viernes, 14 de septiembre de 2007

ENSAYO SOBRE EL TABACO•ANTONIO NOBLEJAS SOLIS





ESTO NO ES UN MANUAL PARA DEJAR DE FUMAR



POR WOODSTEIN•Atonio Noblejas Solis




SUMARIO



PRÓLOGO.............................................................................pág. 4
1.- HISTORIA DEL TABACO: DE LOS RITOS CEREMONIALES A LA LLEGADA DE LOS CONQUISTADORES............................................................pág. 8
- DE LA CURACIÓN AL PLACER....................................pág. 11
- LA PIEL DEL BISONTE: EL TABACO EN ESPAÑA........pág. 13
- EL MITO DEL TABACO.......................................................pág. 14
2.- LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL TABACO........................................................................................pág. 16
- LA HORA DE LOS VALIENTES.........................................pág. 18
- LA JUSTICIA COMENZÓ EN IRLANDA...........................pág. 16
- EMPRESAS LIBRES DE HUMOS........................................pág. 24
- DEL DICHO AL HECHO ... .................................................pág. 27
3.- ¡A POR ELLOS, QUE SON MUCHOS Y PODEROSOS!.....................................................................pág. 33
- REAL DECRETO 192 DE 1988: ¡TURURÚ!.....................pág. 33
- ZAPATOS, BOLSO Y... TABACO: COMBINACIÓN LETAL..........................................................................pág. 36
4.- EL FUMADOR PASIVO, ESE GRAN CONOCIDO................pág. 39
5.- DATOS Y MÁS DATOS.................................................pág. 50
6.- ¿QUÉ ES EL HUMO CIRCUNDANTE?........................pág. 52
7.- ¡TE QUIERO O.M.S.!......................................................pág. 54
8.- PHILLIP MORRIS, EL MOSTRUO A BATIR...............pág. 56
9.- EL EJEMPLO NEOYORQUINO....................................pág. 61
10.- LA MALA EDUCACIÓN (DEL FUMADOR).............pág. 68
11.- METRO DE MADRID: ZONA DE FUMADORES.....pág. 71
12.- MULTAS Y MÁS MULTAS........................................pág. 78
13.- CÓMO ACABAR CON EL TABACO.........................pág. 81
14.- LA LUCHA DE ROSA.................................................pág. 86
15.- ¿ESTAMOS PREPARADOS PARA DEJAR
DE FUMAR?................................................................pág. 88
16.- DOCE FALSAS CREENCIAS SOBRE
EL TABACO.................................................................pág. 90
17.- PROHIBICIÓN TOTAL DE FUMAR EN LOS
CENTROS DE TRABAJO............................................pág. 94
18.- HABILITACIÓN DE ZONAS PARA FUMADORES..pág. 97
19.- LA FIGURA DEL FUMADOR PASIVO......................pág. 99
20.- EL ÚLTIMO CIGARRILLO.........................................pág. 101





Este libro está dedicado a mi abuelo Antonio, brillante autodidacta a quién el tabaco le llevó a la tumba, privándome de sus conocimientos durante mi adolescencia y juventud.





PRÓLOGO

Seguramente usted, mi querido lector, sea un fumador pasivo al que le reviente tener que compartir banquete junto a un desconocido quien, a su vez, sea un fumador desprovisto de la menor preocupación por el daño que pueda estar ocasionando a sus recién presentados comensales. O puede que usted, mi querida lectora, sea una señorita educada y siempre atenta a su higiene personal a quien no le haga mucha gracia el llegar todas las noches a casa, abatida tras la jornada laboral y pensando cuánto tiempo tardará mi hijo esta vez en reprocharme el olor que arrastra mi camisa. ¿O puede que se haya acostumbrado ya? No importa, estimado lector, las páginas a las que se está asomando le dan la bienvenida.
Todas y cada una de las letras de este libro rebosan hospitalidad. Ninguna de ellas le echará en cara si su primera calada vino a consecuencia de la reafirmación de su rebeldía en casa o, simplemente, porque sus amigos se reunían en secreto para domar, a base de tos y carraspeo, aquellos excitantes cilindros blancos y frágiles que habían visto en los chicos mayores del último curso. ¡Qué imagen más güay la del guitarrista del póster!, ¿verdad? Ese rubio humeante colocado junto al último traste de la Stratocaster.
Una última llamada y paro para fumarme un cigarrillo, ¡qué coñazo de trabajo!, ¡a la mierda el día mundial ese de sin tabaco o como se llame!, es más, me fumaré uno a su salud. Ya estoy mejor. Hoy me voy a hacer seis clientes.
¿Cómo se va a quejar de la carraspea que el humo de sus compañeros de trabajo le acarrea si su propio jefe hace notar su entrada en la sala gracias al maldito humo? ¡Qué cosas tienen los no fumadores!, siempre con sus tonterías esas, de que si es malo fumar, que porque no lo dejo, que si no se qué, que no fume en el coche porque se marean. ¡Siempre igual! Pero si lo estoy dejando, ¡hombre!, a mi ritmo, no va a ser de la noche a la mañana, no te digo. Pero si siempre que salimos de marcha, él es el primero que se pira a casa. Estoy cansado, estoy cansado, ¡anda y fúmate un cigarro mientras nos traen el primer plato!

¡Qué cosas tienen los fumadores!, ¿eh? Nada más salir del vagón del metro ya están con el mechero y el pitillo en la mano. ¡Mira que son bobas ellas!, tanto tiempo delante del espejo con la crema y el perfume si las prematuras arrugas madrugarán antes en ellas que en la chica de la portada de la revista esa de moda y belleza que sólo cuesta euro y medio. Mira que creer que las cremas lo arreglan todo.
Como su propio título indica, este no es un libro de autoayuda para dejar de fumar, no, de esos ya se han publicado muchos, grandes, medianos y de bolsillo, con títulos elocuentes y bajo afirmaciones definitivas, métodos infalibles que prometen darle una patada a ese atractivo enemigo que se llama tabaco en tan sólo quince días. El volumen que sostiene en sus manos es la biografía de una planta que sus antepasados descubrieron a principios del siglo XVI, pocos años después de que los míticos conquistadores hispánicos descubrieran el Nuevo Mundo y todas las maravillas que aquellas tierras vírgenes guardaban. Los españoles trajeron a Europa la planta que los indígenas usaban para sus extrañas ceremonias.
Poderes medicinales, estimulantes y placenteros. Esnifado, masticado y fumado. De grado elitista a imagen de rebeldía, el tabaco ha sido y continúa siendo protagonista de la historia de la Humanidad en sus dos últimos siglos, presentándose en este nuevo milenio como el asesino implacable que en 2003 se llevó por delante a casi cinco millones de personas, de las cuáles, 55.000 fueron españolas.

Por otra parte, coincidiendo con la celebración del Día Mundial Sin Tabaco del pasado 31 de mayo de 2004, la Organización Mundial de la Salud (OMS) denunciaba que el hábito de consumo del tabaco está directamente relacionado con los niveles de pobreza, concluyendo que son el los países más pobres y en vías de desarrollo donde el consumo del tabaco estaba más generalizado que en las naciones desarrolladas. Para la agencia sanitaria de la Organización de Naciones Unidas (ONU), está probado la existencia de un “círculo vicioso” entre la droga del tabaco y la miseria. Fue la misma OMS, en 1974, la que agregó el tabaco a su lista de drogas, lanzando duras campañas sobre la fatal repercusión del hábito de fumar en la salud, tanto de los fumadores como de los no fumadores.
Por su parte, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) aprovechó tan señalado día para lanzar el siguiente mensaje: “80.000 adolescentes empiezan a fumar cada día en todo el mundo, siendo en España la media de edad de los primeros contactos de jóvenes con los cigarrillos la de 13 años”.
Resulta tan curioso como patético, pero según algunos estudios, los adolescentes les preocupa el éxito personal, destacar entre los demás y sentirse mayores, metas que creen alcanzar gracias al tabaco.

Y para terminar, apúntese el siguiente dato: en 2002, el director de Phillips Morris / Altria, la mayor multinacional de tabaco del mundo, ganó más de 3’2 millones de dólares entre su salario y las primas, mientras que en Brasil un cultivador de tabaco tiene que realizar su trabajo durante seis años para ganar el equivalente de un día de trabajo de dicho directivo y cerca de 2.140 años para alcanzar su salario anual.
Pero no se preocupen, señores y señoras fumadoras, no les voy a recordar cuántos elementos nocivos forman un cigarrillo, no, ni tampoco les voy a aburrir con tablas que muestran las estadísticas de personas fallecidas desde tal año hasta la actualidad, de eso pueden estar seguros. No les voy a agobiar con estudios realizados en prestigiosas instituciones. No, esto no es un manual para dejar de fumar. Lo que sí se va a analizar en este libro es todo lo que se esconde detrás del tabaco, lo oculto más allá de la cortina de humo. Y, sobre todo, la intolerancia del fumador y su mala educación puesta en práctica allá donde va, cines, andenes de metro, restaurantes, ascensores y hasta clínicas y hospitales.

Por supuesto, este ensayo está dedicado a todos los fumadores pasivos que aguantan estoicamente los malos humos, fingiendo que no les molesta o presos del desconocimiento de los efectos negativos que la inhalación involuntaria de dicha droga les acarrea, minando su salud poco a poco, pero de manera implacable. ¿Se da por aludido? ¿Se ve reflejada? Entonces, comenzamos.





1.- HISTORIA DEL TABACO: DE LOS RITOS CEREMONIALES A LA LLEGADA DE LOS CONQUISTADORES

Parece ser que en uno de los tres galeones que condujeron a Cristóbal Colón a descubrir el Nuevo Mundo iba un tal Rodrigo de Jerez quién afortunadamente para muchos y todo lo contrario para otros, sintió curiosidad por unas plantas de las cuales, los tranquilos habitantes de aquellas inéditas tierras, arrancaban sus hojas con el motivo de usar el humo que de ellas se extraía para ritos ceremoniales y usos cotidianos que este avispado marino seguramente pensó que si llenaba su equipaje con muestras varias, su nombre y figura alcanzarían cierta repercusión una vez de regreso a la vieja Europa, donde el nombre de su nación, España, era un referente a tener en cuenta.
Las tierras que, tanto la expedición de las tres carabelas –la Pinta, la Niña y la Santa María- descubrieron, como las siguientes, eran lo más parecido al Paraíso. Frutas desconocidas pero con aspecto de lo más saludable, bosques y selvas inmensos que harían las delicias de los más refinados botánicos y sobre todo, como suele suceder en estos casos, grandes riquezas que convirtieron al Nuevo Mundo en destino migratorio durante todo el siglo XIX y gran parte del XX –sobre todo en la parte norte, donde los gritos que clamaban grandes yacimientos de oro en la costa oeste, propiciaron la legendaria Conquista del Oeste, que tanto conocemos gracias a Hollywood. Pero ésa es otra historia.
El caso es que el tal Rodrigo de Jerez regresó a la España de los Reyes Católicos con sacos cargados de hojas y semillas de aquella planta que tanto le había llamado la atención y que ya, en aquellas remotas tierras, los conquistadores españoles la habían bautizado con el nombre de Tabaco. Prestigiosos médicos y eminentes botánicos rápidamente comenzaron a alabar las excelentes propiedades de la planta que periódicos y escritores se encargaban de difundir por el resto de países de la monárquica Europa. ¡El tabaco es un gran sanador!, rezaban los titulares de las boticas. Cura cualquier dolencia, ya sea ceguera, sordera, jaquecas e incluso, ese asma que te atrapa a temprana edad y no te deja hasta el final de tus días. ¿Y el dolor de muelas? También.

Pero si los osados aventureros españoles descubrieron las supuestas propiedades medicinales gracias a la observación que de las costumbres de los nativos de la zona realizaban, entonces me dará la razón si afirmo que el tabaco ya existía antes que la expedición de los tres galeones avistara la nueva tierra. El humo que, gracias al fuego, respiraban las primeras comunidades, les transmitía una sensación de lo más placentera y relajadora. El fumar ya se había convertido en una dulce actividad. De hecho, la civilización Maya fue la primera en descubrir las propiedades que del hecho de fumar aquellas hojas enrolladas les transmitían.
Gran parte de los grabados encontrados en las altas latitudes peruanas nos enseñan que las grandes figuras religiosas encargadas de suministrar culto al resto de la población, se servían del más tarde popularizado como tabaco para adorar a los dioses, exactamente del más grande todos, el Sol. El sacerdote maya, ofreciendo sus respetos y el de todos los suyos al astro rey, fumando hojas de tabaco a modo de cucurucho gracias a un cordel, era una de las representaciones más habituales de aquella milenaria era. Además, no sólo los mayas hicieron suyo el ritual del tabaco. En la región que ahora conocemos como Colombia, las caladas eran tomadas como eficaz remedio curativo y limpiador (de hecho, los propios mayas estaban convencidos que un hombre enfermaba porque un espíritu maligno se apoderaba de su cuerpo, de ahí que el humo del tabaco conseguía espantar dicha presencia).

Pero como todo en esta vida, el tabaco tenía sus diferentes formas y derivaciones gracias a los añadidos que en diferentes partes del nuevo continente las demás tribus aportaban. En las zonas que en la actualidad se conocen como Méjico, este de América y Canadá, se ensayaba con la Nicotiana Rústica, consistente en una estrecha hoja de tabaco rellena con gran cantidad de amarga nicotina y fumada en pipa, vamos, lo que más tarde se popularizó como la Pipa De La Paz. Por otra parte, también estaba la menos popular Nicotiana Tabacum, bastante más suave que la anterior.
Y como ya sabemos que desde los comienzos de la Humanidad existen civilizaciones para todos los gustos, cuando el siglo XII llegaba a su fin, los aztecas, que eran menos pacíficos que nuestros actuales protagonistas, los mayas, se asentaron en el territorio de estos últimos y tomaron la costumbre de fumar como algo propio, pero esta vez un tanto alejado del lado religioso y medicinal de los mayas para convertirlo en un uso más social y prestigioso. Vamos, que eran un poco más pijos estos aztecas.

DE LA CURACIÓN AL PLACER
Y como ya he comentado unas líneas atrás, a modo de introducción de este capítulo, fue con la llegada de la tropa del señor Colón cuando las inocentes hojas que servían de asueto a nuestros amigos, los mayas, cuando el tabaco comenzó a ser conocido al otro lado del mundo. Llevaban ya varias semanas explorando aquellos recónditos paisajes, la recién bautizada isla de Cuba, cuando los marinos, encabezados por Rodrigo de Jerez, se adentraron en las que más tarde llamarían playas de San Salvador para toparse con las plantaciones de tabaco que los aztecas tenían.
Los nativos que allí se encontraron les recibieron con la fatal generosidad que –como todos sabemos- les costaría la aniquilación de su propia cultura y existencia. Entre las frutas que estos indígenas ofrecían como regalo, se encontraban aquellas hojas, secadas al sol, de cuyo tacto y aroma se desprendía una envolvente fragancia. El tabaco firmaba su multimillonario contrato. Meses más tarde, el señor don Rodrigo de Jerez se paseaba ante la alta aristocracia española fumando orgulloso sus primerizos cigarrillos, despertando la admiración de amigos y conocidos que, naturalmente, no tardaron en imitarle. Ni que decir tiene, que el tal Rodrigo de Jerez acabó en las poco hospitalarias cárceles de la Inquisición, acusado de practicar algo contrario a las leyes de la Biblia.

Pero la moda de fumar ya se había implantado en todas las capas sociales europeas. Durante todo el siglo XVI, los poderes curativos del tabaco estaban a la orden del día y tanto médicos como escritores clamaban a los cuatro vientos el poder curativo de aquellas lindas hojitas que también quedaban en toda clase de reuniones y encuentros cotidianos. Ya para el siglo XVII, algunos estudiosos del tema comenzaron a ver que aquellas semillas que, una vez plantadas y, tras dar su preciado fruto, no eran tan buenas para la salud como sus padres y abuelos relataban. Es más, durante el periodo de la Ilustración (finales del siglo XVIII), la cara sanadora del tabaco se esfumó para mostrar su otro lado, la estimulación y el placer que el fumador encontraba en el humo que aspiraba, a semejanza de los nativos que al otro lado del océano veían sus tierras y posesiones despojadas a base de espada y crucifijo.
Pero no todas las clases sociales fumaban el mismo tabaco. La Pipa, signo de clara distinción y cultura, se movía entre las capas más altas, mientras que las bajas esferas se conformaban con el que, pasados algunos años, sería el cigarro tal y como hoy lo entendemos. Hasta para fumar, ellos tenían que ser más importantes. Y por supuesto, como el ingenio del ser humano no conoce límites, la nueva sensación además de ser fumada, también podía ser mascada y esnifada. De hecho, el polvo y el rapé fueron más populares y tempranos durante los dos siglos siguientes al descubrimiento del descubrimiento de nuestro protagonista. No sería hasta el siglo XIX, cuando el tabaco comenzó a ser consumido a base de caladas, ya fuera liado en papel o con la pipa. Y si no, que se lo digan a Sherlock Holmes, quien, por cierto, seguramente hubiera abandonado su afición a resolver casos pegado a una pipa si hubiese leído la noticia que se publicó el 8 de junio de 2004 y en la que se informaba que la U.S. Cancer Society (Sociedad Norteamericana del Cáncer) señalaba que los “fumadores de pipa multiplican por cinco su riesgo de desarrollar cáncer de pulmón y por cuatro el de cabeza y cuello”. La institución afirmaba haber estudiado a más de 15.000 fumadores de pipa, alcanzando los riesgos de cáncer al esófago, laringe, colon y páncreas.

Como de todos es sabido, el placer genera comercio que a su vez genera industria y el tabaco no podía ser menos. Unas pocas semillas, algunas hectáreas de tierra y su propio negocio montado. De hecho, cuentan que fueron los propios frailes, creyentes en los poderes curativos que aquellas plantas ofrecían, los que sembraron de semillas sus huertos cerrados, de ahí el nombre con el que más tarde se conocería al punto de venta del tabaco: el Estanco.
Finalmente, debido a los continuos viajes entre las grandes potencias y sus colonias en África, Asia y Oceanía, el hábito de fumar se impuso en todo el mundo como una actividad placentera. Aún así, hasta comienzos del siglo XX, su consumo se consideraba minoritario. La adicción y las terribles consecuencias vendrían más adelante. Lejos estaba todavía la penosa imagen del fumador empedernido con el cigarrillo pegado a la boca a cualquier hora del día. La verdad es que en aquellos tiempos era un auténtico engorro tener que realizar el ritual de tener que liar el cigarrillo con las manos o volver a encender la pipa a los pocos minutos. Lejos quedaba aún la terrible y automatizada industrialización que en los despuntes del siglo XXI reina en gran parte de nuestro planeta. Ya se sabe, el progreso no se frena ni ante nada ni ante nadie.
Y como la semilla madre se encontraba en el continente americano, quien si no iba a ser el primer país en engancharse al consumo masivo que Estados Unidos, en sus famosos locos años veinte. Afortunadamente a España no llegaría hasta la década de los cincuenta, eso sí, para instalarse a sus anchas.





LA PIEL DEL BISONTE: EL TABACO EN ESPAÑA
Obviamente, el uso del tabaco comenzó en los puertos patrios, de mano de los marineros que llegaban del Nuevo Mundo. Resulta curioso, pero en nuestro país fueron los escritores y cronistas los que se encargaron de difundir el maligno aroma a través del papel y de la pluma. De esta manera, misioneros como Fray Bartolomé de las Casas, Fernández de Oviedo y Nicolás Morandes comenzaron a narrar los efectos que las bocanadas de humo producían en los nativos de aquellas tierras vírgenes.
Otro dato curioso es que, después de que el hábito de fumar comenzara con los marinero, más tarde pasó a las clases más bajas y desfavorecidas de la nación para que las clases de rentas más altas terminaran llevándose el gato al agua, y cómo no, el gobierno de turno tomó partido, industrializando lentamente pero de manera inexorable la fabricación del tabaco. En 1620 comenzaría a funcionar la primera fábrica de tabaco en España, concretamente en Sevilla.
Pero los precios eran altos y el tabaco de calidad (rapé) iba destinado a la alta sociedad burguesa, mientras que el tabaco de menor calidad (el que se fumaba, vamos), tenía sus clientes en las esferas más desfavorecidas. Finalmente, sería el tabaco tal y como hoy lo conocemos el que se impondría en todo el país.


EL MITO DEL TABACO
Y es que el tabaco lo tiene todo y, como suele ocurrir con los comportamientos milenarios, nuestro protagonista cuenta con una gran despensa de mitos y leyendas. Se cuenta que ya en la era precolombina, las tribus nativas que se asentaron junto a la orilla del río Sucio creían en la existencia de un mítico templo situado en el legendario país de Dabeida. Dicho templo estaba presidido por un gran ídolo recubierto de oro y que representaba a la diosa de la tempestad. Tierras tan grises como heladas, permanentemente víctimas de la nieve y el hielo, plagas que sucumbieron a la bocanada de humo de tabaco de un no menos legendario hechicero que las transformó en territorios fértiles y rebosantes de vida.
La tribu Warao de la que más tarde sería Venezuela, creía tan firmemente en las cualidades del Tabaco que lo relacionaban, nada más y nada menos, que con los orígenes de la Humanidad. Para ellos, El Pájaro Del Alba, o sea, el Sol, voló hacia el cielo por vez primera e ideó un hogar que situó entre el cielo y la tierra y que tenía la peculiar forma de una blanca nube de la que surgían las Cuatro Bahamas, los elementos que caracterizarían al tabaco: la Abeja Negra, que realiza la picadura cuando el fumador da su primera calada; la Abeja Roja; la Abeja Amarilla y la Mosca de Miel Azul, espíritus que infunden de fuerza el cuerpo del fumador, atravesándole a través de la garganta. ¡Vaya con las abejitas!
Luego estaba el Calumet o la famosa Pipa de la Paz, el famoso ritual mil veces visto en los denominados Western o películas del Oeste. Usada décadas antes de que los colonos europeos recorrieran aquellos vastos territorios que hoy conocemos como los Estados Unidos de América, las tribus indígenas inhalaban el humo de la pipa en un ritual que lo mismo rozaba el campo de lo mágico que servía para dar la bienvenida a dichos visitantes y discutir temas políticos y sociales. A base de Nicotiana Rústica consistían las “fumadas”. La pipa se iba pasando entre todos los asistentes a la reunión, una vez discutidos los temas y a modo de aprobación y acuerdo mutuo.




2.- LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL TABACO
Desde el descubrimiento de las propiedades de la planta del tabaco y su introducción en Europa a comienzos del siglo XVI hasta su generalización en el consumo humano, 400 años más tarde, su impacto sanitario a penas si fue significativo en la vieja Europa. La razón fue tan simple como que su uso fue muy restringido debido, más que nada, a que resultaba ser un artículo de lujo al que sólo tenían acceso unos pocos. ¿Qué se necesitaba para la democratización de su uso? La respuesta estaba en la industrialización de su producción. De hecho, el consumo masivo del cigarrillo comenzó a darse en los países más industrializados de Europa. La manufacturación del tabaco permitía que los costes disminuyeran y los precios se equipararan a todas las capas sociales a finales del siglo XIX.
El tabaco al alcance de cualquiera. Los productores se morían de gusto ante la perspectiva, sobre todo cuando veían con una gran sonrisa que la legislación vigente de aquella época no contemplaba el uso del tabaco en ninguna de sus páginas. ¡Vía libre, señores!, el mercado es suyo. La epidemia silenciosa comienza su reinado.

Rápidamente, con la llegada del cine sonoro, la figura del galán, peinado hacia atrás y con el cigarrillo en la mano, se convertirá en el reclamo publicitario más eficaz del siglo XX. Ahí quedan para la historia miles de iconos populares con el cigarrillo entre los dedos. Bogart, duro donde los haya; Brando, icono de camiseta ceñida; James Dean, eterno rebelde.¡Y qué decir del cowboy de Marlboro!, el pobre murió de cáncer después de haberse pasado media vida a lomos del caballo, mirando orgulloso al horizonte. ¿Humo y Deporte? Sí, por supuesto, todo cabe en el mundo del tabaco.
Y como popularmente se suele decir, en menos que canta el gallo, el uso del tabaco alcanza a la mitad de la población adulta, campando a sus anchas en los pulmones, gargantas y esófagos. La cortina de humo se muestra lenta pero implacable, gracias, en gran parte, a la total accesibilidad de la población a las ya conocidas popularmente como cajetillas y cigarrillos. El estanco se convierte en punto de venta masiva, ofreciendo esta droga legal tanto a adultos como a jóvenes y adolescentes. El tabaco se vuelve universal. Por otra parte, las máquinas automáticas comienzan a formar parte del horizonte de bares y locales públicos. Las áreas de espera y ocio de los aeropuertos muestran los cartones de tabaco bajo el anuncio de Tax Free (Libre de Impuestos), junto al íntimo amigo de nuestro protagonista, el Alcohol. ¡Píllame un par de cartones de Winston cuando llegues al aeropuerto!

Seguramente, muchos recordarán quién fue el primer producto estrella de los hoy famosos top-manta. En Madrid, a la salida de muchas estaciones de metro, los inmigrantes ofrecían a precios asequibles cajetillas de marcas americanas. ¡Y qué dicen de los soldados norteamericanos afincados en las bases de Torrejón o Rota. ¡Menudo negocio! En cualquier internado cercano a una de estas bases, siempre había un alumno que montaba su pequeña tienda tras las puertas de su armario.
¡Hasta en las cafeterías de los hospitales! Si es que así, no se puede luchar, hombre. ¡Cómo va usted a protestar si su jefe es el que más fuma de su empresa! La llegada del boss siempre tiene el humo del cigarrillo como delator. Y si echamos una mirada a los gobiernos, ¡menuda fuente de ingreso para las arcas públicas!, ¿verdad? Por lo visto, nuestro gobierno fomentó y financió en el pasado la reconversión de los cultivos tradicionales en grandes plantaciones de tabaco. ¡Todo por nuestro patrio Ducados!
Lo más triste del caso, es que la importación del rubio no cesó, al contrario, el denominado cigarrillo rubio es el que se lleva la palma en el mercado español.

LA HORA DE LOS VALIENTES
Obviamente, mi querido lector, usted se estará preguntando qué se ha hecho para paliar este desenfreno durante todos estos años. En realidad, a diferencia del consumo del tabaco, la adquisición de la conciencia social sobre los peligros mortales de la planta que descubrió nuestro viejo amigo, Rodrigo de Jerez, no ha sido tan rápida como su consumo. Hasta la década de los sesenta no comenzaron a alzarse las voces médicas que desmitificaban las iniciales ventajas medicinales y terapéuticas que en las primeras décadas se afirmó que el tabaco poseía. Por otra parte, el innegable uso nocivo del hábito de fumar no se deja notar hasta pasados muchos años, incluso décadas, a diferencia de otras drogas, tanto legales como ilegales, como puedan ser el alcohol o la cocaína.
La buena noticia está en que desde hace algunas décadas, el consumo del tabaco ha ido disminuyendo gracias, en gran parte, a la eficaz información sanitaria que se da en los centros de salud y hospitales de la gran mayoría de los países industrializados, sobre todo en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y algunos países escandinavos. A finales de la década de los cincuenta, dos eminentes médicos británicos, el Dr. Hill y el Dr. Doll, quienes realizaron un exhaustivo estudio entre sus colegas de profesión (por lo visto más del 60% de los médicos ingleses eran fumadores). Ambos colegas comenzaron desde cero, tomando como cimiento del problema el alto grado de polución. Meses más tarde, Hill y Doll establecieron sus conclusiones finales, basadas en que el consumo masivo del hábito de fumar estaba generalizado en la sanidad británica desde hacía más de un cuarto de siglo. A principios de los noventa, tres décadas después de la presentación del informe Hill & Doll, el porcentaje de médicos ingleses fumadores había disminuido al 10%.
Pero la verdadera importancia de las conclusiones a las que llegaron ambos doctores resultó ser que en el resto de países, impulsados por dicho informe, comenzaron a realizarse un gran número de investigaciones centradas, preferentemente, en la criminal asociación del tabaco con los diferentes tipos de cáncer y las enfermedades respiratorias crónicas y cardiovasculares. Además de realizar pruebas, tanto a fumadores compulsivos como a lo que hoy denominamos fumadores pasivos. El tabaco ya no campaba a sus anchas.

La década de los años sesenta resultó ser crucial en el estudio de las letales consecuencias del tabaco. Los estudios se centraron en las consecuencias que el hábito tenía en los fumadores. En menos de un lustro, la comunidad de médicos de los países anglosajones, esto es, de los países desarrollados, no sólo dejaron de fumar, sino que se concienciaron sobre la gravedad del asunto y, lo más importante de todo, que se lanzaron de lleno en la dura tarea de concienciar a la gigantesca comunidad de fumadores sobre los peligros de su letal hábito. La Prevención fue el término que se erigió como bandera durante estos años. Prevenir sobre las nocivas consecuencias que acarrea el acto de fumar.
Pero tan sólo las advertencias no resultaban ser suficientes para frenar la plaga. La Organización Mundial de la Salud (OMS) demandó una serie de medidas económicas y legislativas que favorecieran, tanto al no fumador como al que quisiera abandonar el tabaco. Por otra parte, la información seguía siendo insuficiente y la industria tabaquera, al acecho como si de un ave rapaz se tratase, continuaba captando adeptos a través de ídolos juveniles, estrellas cinematográficas y atrayentes campañas publicitarias donde una marca de tabaco resultaba ser el patrocinador de un acto deportivo como si de algo saludable se tratara. Hoy en día, a finales de 2004, las marcas de tabaco siguen gastando millones en transmitir, a través de la publicidad, una imagen cool destinada, en casi el cien por cien a la población adolescente y a gran parte de los jóvenes y adultos que piensan que fumar es lo más In en sus relaciones con los demás.

LA JUSTICIA COMENZÓ EN IRLANDA
En 1995, la OMS culpaba al tabaco de ser el responsable directo del 90% de la mortalidad causada por el cáncer de pulmón, bronquios y tráquea; del 75% de las muertes relacionadas con el asma, la bronquitis y el enfisema y del 30% de los infartos de miocardio, todos registrados en los países desarrollados. ¡Y luego los camareros se sorprenden cuando se pide una mesa en la zona de No Fumadores!
Nueve años después, la organización denunciaba que el 84 por ciento de los fumadores que viven en este precioso planeta están localizados en los países en vías de desarrollo. El eterno círculo vicioso entre droga y miseria. “Las personas más pobres son las que más tabaco consumen, tanto en los países pobres como en las naciones más desarrolladas”2, comenzaba el artículo. Las cifras que la OMS aporta son terribles: 4,9 millones de muertos anuales debido al tabaco con previsión de doblar la cifra en dos décadas. La industria del tabaco puede estar contenta: 1.700 millones de clientes. Nada más y nada menos.
Resulta imposible de creer, pero según el informe, en Bangladesh, los diez millones y medio de habitantes que sufren malnutrición, podrían tener un régimen alimentario correcto si el dinero que destinan a las cajetillas de tabaco lo invirtieran en su propia alimentación. ¡No!, no se sorprendan y recuerden las veces que han visto a un pobre o a un sin techo pidiendo en una esquina con un cigarrillo medio consumido entre los dedos, junto al cartón de vino barato. Como la vida misma, ¿verdad?
Y como ya comentaba en el prólogo, la media de edad de los 800.000 adolescentes que echan su primera calada cada día es de tan sólo 13 años. Sólo el alcohol le gana en adeptos. Los publicitarios deben de estar frotándose las manos con este amplio sector tan fácil de engañar. Si leemos el informe elaborado por La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), “el 75% de los espacios públicos libres de humo incumple la ley antitabaco”3. Según el estudio realizado por la OCU, sólo 11 de los 97 lugares que visitaron poseían lugares reservados perfectamente señalizados para los fumadores.
Pero cómo no va a ver cada vez más adolescentes que comienzan a fumar antes de llegar a la mayoría de edad si tienen todo un abanico de máquinas expendedoras, junto a la entrada de los bares y locales que ellos frecuentan.

Volviendo atrás, el 23 de abril de 2004, los diarios económicos y de información general españoles publicaban en portada el varapalo que la Unión Europea propiciaba a España, retirando las ayudas para tres sectores clave de su agricultura: aceite, algodón y tabaco. Seguro que recuerdan el primer patinazo del recién estrenado gobierno socialista. La UE anunció la prohibición de incentivos al cultivo de tabaco a partir de 2010, donde la mitad del dinero, por lo visto, irá destinado a programas de desarrollo rural. Según comentó el diario El País, ese mismo día, qué se iba a esperar sino la desincentivación del cultivo del tabaco con Irlanda en la presidencia europea, ya saben, aquel de país de verdes campos y cielos grisáceos que ha prohibido fumar en sus famosos pubs. Noticia casi perfecta de no ser porque, según este periódico, cerca de 20.000 familias perderían su subsistencia económica.
Si hasta en el Congreso de los Diputados los no fumadores están ganando la batalla. El 1 de junio, la Cámara Baja acordó situar a los amigos del cigarrillo en un lugar que no estorben. El propio Mariano Rajoy le prometió ese mismo día a Luis del Olmo que los puros que acostumbra a fumar tienen sus días contados 4. ¡Así se hace!, dando ejemplo.
Puede que 2005 sea un año clave en la lucha contra el tabaquismo. Las últimas noticias así lo dicen. El 31 de mayo, el mismo día que se viene celebrando el Día Mundial Sin Tabaco, el gobierno catalán anunciaba su intención de tomarle la delantera a los hombres de Zapatero, adelantándose en meses a las medidas legales ya anunciadas por el Ministerio de Sanidad que prohibirán el tabaco en todos los centros laborales, incluidos restaurantes y bares, sí, ha oído bien, en los bares, el hábitat natural del fumador. ¿Será cierto?, ¿tomaremos el mismo camino que Irlanda, en donde el 96 % de los restaurantes y pubs obligan, desde el 29 de marzo, a sus clientes a dejar la cajetilla en la consigna, junto al chubasquero? Ya veremos. Conociendo a nuestros fumadores patrios, resultará difícil hacerles entrar en razón.
Un mes después, nuestros lejanos amigos, los noruegos, también se apuntaron al ejemplo irlandés, el cuál afirmaba en un principio que la afluencia de clientes disminuiría rápidamente, situación que se ha visto desmentida por los hechos: los pobres no fumadores se han acercado, sigilosos, eso sí, a tomar una pinta de cerveza sin el temor de volver a casa con ese característico malestar en la garganta y conservando el azul de sus ojos, libres de tonalidades rojizas.
Y es que no es como para andarse con tonterías, la multa puede llegar hasta los 3.000 euros al valiente que encienda un pitillo. “Lo único que ahumamos aquí es el salmón”, reza así un gran cartel publicitario que ya hondea en el aeropuerto de Oslo desde la madrugada del 1 de junio.

EMPRESAS LIBRES DE HUMOS
Según el Plan Nacional de Prevención del Tabaquismo, de enero de 2003, el año que viene, el 2005, el 70 por ciento de las empresas “garantizarán espacios libres de humo”, pero no deja claro si los bares y restaurantes forman parte de la lista. Sólo la comunidad de Navarra tiene aprobada una ley, en vigor desde 2002, que prohíbe fumar en las empresas con más de dos empleados5. Parece ser que Cataluña está decidida a seguir el ejemplo de los navarros y comenzar el año protegiendo a los trabajadores no fumadores de la dictadura que ejercen los amigos de la nicotina. En 1991, el gobierno de CIU tan sólo recomendó por ley que las empresas y restaurantes destinaran espacios libres para los que disfrutan del aire sano, libre del dichoso humo, pero sólo era eso, una recomendación. Ni qué decir tiene, que los aludidos se pasaron el consejo por donde usted ya sabe. Finalmente, la Dirección General de Salud Pública catalana ha visto que una simple recomendación no basta, vamos que al final si no es por las buenas será por las malas. ¿Será verdad que por fin el derecho de los no fumadores prevalecerá sobre el de los fumadores?
Resulta de cajón que en zonas de trabajo colectivo se prohíba fumar, reservando un espacio para los fumadores. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. En teoría, está prohibido fumar en oficinas de atención al público pero cuántas veces hemos visto al señor mayor, sentado en la sala de espera, con el diario gratuito en una mano y con el pitillo encendido en la otra. En mi opinión, lo que está ocurriendo en Irlanda, Noruega, Estados Unidos y finalmente en España es algo que los mismos fumadores se lo han buscado. Además, Suecia ha anunciado que estudiará y aprobará una ley similar a la que España tiene proyecto. En Nueva York, los trabajadores que aún continúan con el hábito de fumar, tienen que salir de la oficina, bajar a la calle y allí, junto a la puerta, fumarse el cigarrillo. Por su egoísmo y mala educación. ¿Por qué no pueden esperar?, o quizá les importa un comino, ¿verdad? ¿No se enteran o no se quieren enterar?
En 2003, 55.613 personas murieron en nuestro país a causa del tabaco. El cáncer de pulmón y otros tumores malignos se llevaron por delante al 39´7%; las enfermedades respiratorias y cardiovasculares se cebaron con el 24´2% y el 36´1%, respectivamente. Y 700 personas murieron por estar obligadas a respirar el humo del tabaco cada día.6

Los titulares de prensa de principios de junio aseguraban que el Gobierno de ZP prohibirá fumar en todos los centros de trabajo a finales de 2005. El anuncio lo realizaba la ministra de Sanidad, Elena Salgado en Luxemburgo, el día 2 de junio de 2004 ¿Realidad o ficción? Ya sabemos que desde hace muchas décadas, España siempre ha ido a la cola en muchas cuestiones, debido en parte al régimen político que controló todas las necesidades sociales durante cuarenta años. En este aspecto, sí que podríamos subirnos al tren del progreso europeo y sentarnos en primera fila, junto a Irlanda y Noruega. Pero se preguntará qué tiene que ver el progreso con la prohibición de fumar en las empresas, ¿verdad? Mucho, el hábito de no fumar repercute de manera beneficiosa en la producción de los trabajadores. Me explico.
A parte de los innegables beneficios sobre la salud de los fumadores, los cuáles al verse obligados a reducir el habitual número de cigarrillos consumidos a diario, se beneficiarán a ellos mismos y al resto de sus compañeros no fumadores y que, debido a su educación, suelen manifestar su indiferencia ante las ocasionales y raras apelaciones de los primeros sobre la posible molestia que a éstos les acarrearía el inhalar humo de manera involuntaria. De todas formas, la realidad nos confirma que los fumadores, lejos de preocuparse si molestan a sus compañeros, les suelen ofrecer un pitillo, sobre todo si estos últimos son nuevos o llevan poco tiempo en la empresa. ¿Fumas?, te preguntan. No, no fumo, gracias, respondes. Eso está bien, añaden, mientras se encienden un cigarrillo y te lanzan la primera bocanada de humo en plena cara. Yo lo dejé, pero desde que entré a trabajar aquí, he comenzado de nuevo, suelen apuntillar muchos de ellos.
El hábito del tabaco repercute de manera negativa en la producción de los trabajadores. Muchas empresas, sobre todo del sector de la prensa impresa, han obligado que los empleados fumadores de sus plantillas utilicen una sala apartada para que consuman sus vitales cigarrillos. Pero al poco tiempo, la medida no ha resultado y nuevamente, el humo vuelve a hacer acto de presencia en la redacción o en las oficinas.
Un ejemplo que yo mismo viví lo encontramos en una revista mensual ubicada en Madrid y de tirada nacional, dedicada al sector de la tercera edad de nuestro país, donde se experimentó con la solución que he expuesto anteriormente. El resultado fue negativo. Los fumadores, sobre todo los comerciales y encargados de publicidad, se pasaban más tiempo en la sala fumando que en la pequeña redacción. El nerviosismo de no conseguir publicidad y, a raíz de ello, no llegar a cobrar comisiones, les obligaba a tomar impulso gracias a las caladas, por lo que cada cierto tiempo iban y volvían de la sala, disminuyendo obviamente su nivel de producción. Resultaba curioso comprobar que en una publicación donde se alaba la vida sana y la vejez con júbilo, la gran parte de su plantilla esté continuamente consumiendo tabaco. Y me refiero a una plantilla joven. Mes y medio ejerciendo de fumador pasivo en una oficina de dimensiones más bien pequeñas me trajo como consecuencia tos persistente, malestar físico y un preparado farmacéutico a base de bicarbonato, glicerina, esencia de menta, agua destilada y no sé qué más, todo a un precio no incluido en la Seguridad Social, además de la necesidad continua de airear mi ropa cada tarde, de vuelta a mi apartamento.
Pero qué se iba a esperar, si el jefazo delataba su presencia a través del cancerígeno humo.

DEL DICHO AL HECHO...
Pero no todo el panorama se presenta gris, grandes empresas como Iberdrola, Mapfre, Oracle, Roche y PricewaterhouseCoopers la media anunciada por la ministra de Sanidad, Elena Salgado, llegará con retraso a sus oficinas. Según publicaba el suplemento Expansión & Empleo, en estos centros de trabajo el derecho del no fumador debe prevalecer sobre el del que fuma, siendo la empresa la encargada de velar por la salud de sus empleados 7. El diseño de las nuevas oficinas abogan por las grandes superficies con ventanas que no permiten abrirse para su consecuente ventilación, algo que obliga al no fumador a demandar su derecho a no respirar aire intoxicado. Algunas compañías invierten en programas para ayudar a sus empleados a dejar el hábito de fumar, característica importante en la buena gestión corporativa de la empresa. Según relata el suplemento de empleo, las tertulias son comunes en las salas y pasillos de entrada a las oficinas, siendo los mismos trabajadores conscientes de la pérdida de tiempo, ignorando de la misma manera la disminución de la productividad. Aunque hay opiniones para todos los gustos.
La pérdida de tiempo productivo destinada al consumo del tabaco durante cada jornada laboral, no está relacionada directamente con rendir menos en el puesto de trabajo, “depende de la responsabilidad de los trabajadores. Seguro que hay profesionales que luego se quedan más tiempo, pero que también lo harían si no fumasen”, aclara Juan Francisco San Andrés, director de Recursos Humanos de Oracle 8. Por su parte, Juan José Almagro, presidente de la unidad de Recursos Humanos de Mapfre, asegura que “cuando alguien sale a fumar se da cuenta de que el resto de compañeros está trabajando, así que lo restringen al máximo. En vez de fumarse diez cigarrillos, ahora seguramente fumarán cuatro 9”. Por su parte, Mario Lara, de PricewterhouseCoopers, afirma que no controlan “la presencia en la oficina mientras la gente cumpla con su trabajo y responsabilidades 10”. Finalmente, Luis Manuel González, de Roche, declara que “la flexibilidad es uno de nuestros valores. Si nuestros trabajadores son flexibles cuando les pedimos esfuerzos adicionales, también lo podemos ser nosotros cuando ellos quieran fumarse un cigarro 11”.
De todas formas, no hace falta ser un experto para darse cuenta que no fumar mejora el estado de salud de la plantilla. En algunos casos, las grandes empresas que se están mudando del centro de Madrid al extrarradio, están aprovechando el cambio de sede para adherirse a esta prohibición como si de una moda pasajera se tratase. Los nuevos edificios están siendo acondicionados con lugares específicos para fumadores, como es el caso de la superciudad financiera del Santander Central Hispano, donde este banco cuenta con 12.000 empleados.
Por su parte, el imperio de Telefónica tiene previsto crear espacios separados para fumadores y no fumadores. El caso más significativo de que esta transición va a ser dura lo encontramos en TPI, donde ya a principios de 2002, tanto los jefazos como los sindicatos apostaron por un plan de choque en donde se reduciría al máximo los espacios destinados a todos los empleados fumadores, eso sí, con la obligación de llegar a un consenso por el cuál, los empleados afectados tuvieran la posibilidad de apuntarse a un programa de abandono del tabaco, financiado al 100% por la propia empresa. Pues bien, en diciembre de ese año se puso en marcha una campaña interna para concienciar de los serios problemas de salud que el hábito de fumar ocasiona, tanto en fumadores como en no fumadores. Según un artículo publicado el 11 de julio de 2004, en el diario El País, a comienzos de 2003, de 1.400 empleados con los que cuenta TPI, repartidos en 41 centros de trabajo, tan sólo asistieron alrededor de 400 a las reuniones financiadas por la empresa con la finalidad de dar la espalda a dicho hábito. En febrero de 2003, “las zonas exclusivas para fumadores se restringieron a una sola planta y un mes más tarde, empezaban el tratamiento, financiado al 100% por la empresa, 62 empleados, de los cuales, sólo 50 han conseguido pasar a la segunda fase”. Por lo visto, los trabajadores que todavía continúan en sus trece, esto es, que todavía siguen fumando, o se tienen que desplazar a la planta donde se sitúa el lugar específico para poder fumar o se ven obligados a atrincherarse en los pasillos, bajando obviamente su nivel de producción, pero cobrando igual que los no fumadores, por supuesto. Además, según relata el artículo, todavía no existe norma alguna sobre cuántas veces se puede levantar un trabajador a fumarse un pitillo durante la jornada laboral. Seguro que se evade de su puesto con cierta frecuencia. El escrito finaliza con el último estudio de la Unión Europea, en el cuál se afirma que las empresas libres de humos “no sólo protegen a los no fumadores, sino que animan a muchos fumadores a dejar su hábito”.
¡Qué bien suena todo esto!, ¿verdad? Veamos ahora qué cuentan sobre las ayudas reales para la erradicación del tabaco en el lugar de trabajo. El artículo relata que en Oracle no se puede fumar desde el 1 de enero de 2000, pero según su representante, “durante dos años se podía hacerlo en la cafetería y en algunas salas que fueron bautizadas por los empleados como narcosalas. Ahora, el que quiera fumar tiene que hacerlo en la calle 12”. O sea, que si durante esos dos años –730 días- el no fumador quería tomarse un café o un zumo de naranja tenía dos opciones: tragarse el humo junto a su bebida –experiencia poco recomendable, por cierto- o esperar a que la sala se despejara, esto es, fuera del horario de trabajo.
Pero ahí no termina la cosa. La empresa subvencionó un programa para ayudar a dejar de fumar y “la mitad de los que lo hicieron consiguieron dejarlo para siempre 13”. Pero la mitad de cuántos, ¿de seis?, ¿de diez?, ¿de doce?, quizá me equivoque, pero no creo que fueran muchos. ¿Para siempre? La persona encargada del curso se merece una medalla.
Hago este comentario porque en Roche, donde la prohibición de fumar entró en funcionamiento en diciembre de 2003, también se impartió un curso “para que los empleados se comprometiesen”, según comenta González, quien afirma que “sólo se apuntaron el cincuenta por ciento de los fumadores, y la mitad de ellos consiguieron dejarlo 14”. Este, más que una medalla se merece una estatua. Lo más gracioso lo encontramos en Iberdrola –donde está prohibido fumar desde junio de 2003 en las oficinas, por lo que los pasillos, cafeterías y cuartos de baño deben de estar abarrotados de fumadores-, empresa que subvencionó el curso en su totalidad con una pequeña objeción: “los profesionales tienen que pagarlo si vuelven a fumar. Así conseguimos un éxito del setenta por ciento”, asegura Salvador Torres, director de Recursos Humanos, quién añade que “seguiremos haciendo repescas para quienes quieran dejar el tabaco 15”.
Si no lo entiendo mal, los malos estudiantes tendrán un suspenso pero podrán volver a examinarse en septiembre.
Por su parte, en PricewaterhouseCoopers no son tan severos. Según Mario Lara, su director de Capital Humano, “aunque nuestras oficinas están libres de humo, tenemos zonas acondicionadas y mejor ventiladas para los que quieran seguir fumando. Que las personas fumen es una realidad social, así que no queremos ser tan restrictivos y vamos a permitírselo pero sin perjudicar al resto 16”. Sí, tiene razón, es una realidad social, al igual que también lo son la inmigración, la guerra, el SIDA, el hambre o la corrupción. ¿Para qué vamos a comprometernos? Menos mal que se han ideado los edificios inteligentes y las grandes superficies diáfanas. ¡Qué sería de nosotros los no fumadores sin estos dos inventos!
El artículo finaliza con un magnífico comentario, donde el redactor afirma que “las empresas consultadas destacan que no han tenido problemas a la hora de imponer la prohibición de fumar, porque han contado con el beneplácito de los sindicatos y se ha comunicado bien a los empleados 17”. Incluso en Roche dicha prohibición ha salvado unas cuantas vidas.

Pero como en cualquier historia existe un bueno y un malo, la que nos concierne no podía ser menos, y muchas veces los malos vienen a tener razón. Las declaraciones de la ministra no dejaría indiferente a nadie. No habrían pasado ni un par de horas del anuncio de la ministra Salgado cuando la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) –el malo de la película- pidió que se concretara la propuesta. “En qué escenario se pretende desarrollar esta prohibición 18”, alegaba en su defensa la patronal con el objetivo de retrasar la inmediata valoración. La objeción se presentaba lógica, ciertamente. La propuesta “no es sencilla de abordar porque entran en conflicto diferentes variables como la voluntad del fumador y el derecho de la persona que no fuma 19”. Cierto es. La indiferencia y mala educación del fumador no desaparecería de la noche a la mañana ni de un año para otro. Han pasado muchos años desde que nuestro queridísimo Rodrigo de Jerez nos obsequiara con las “plantitas”, cinco siglos ni más ni menos. Si costó convencer a nuestros padres y abuelos de que el rock n’ roll no era algo que provenía de fuerzas malignas, si no de un chico de amplio tupé y zapatos de gamuza azul, imagínense un vicio milenario y socialmente aceptado. La prohibición mediante la ley se muestra como la única solución. Los señores trajeados de la CEOE advierten que “no es lo mismo una empresa pequeña que una de mayor tamaño a la hora, por ejemplo, de establecer zonas separadas para fumadores y no fumadores 20” La patronal apela al sentido común y a la dificultad material. ¿En qué estaría pensando la señora ministra?, ¿dónde se van a refugiar los fumadores en una de esas mini empresas situadas en antiguos caserones del centro de Madrid? ¿En la escalera para que estorben a los obreros inmigrantes que continuamente suben y bajan del piso de arriba, cargados de sacos de escombros en dirección a la calle? ¿O pegados al ascensor en esos edificios impersonales que se mezclan con las viviendas de nuestros abuelos? Sí, esos edificios multiempresariales donde lo mismo encuentras un despacho de abogados que un centro de teleoperadores. Algunos con vigilancia privada y otros con un multiportero de permanente cara de mala uva, eso sí, de chaqueta y corbata, como Dios manda.

Luego están los buenos del film, la abuelita cariñosa que se muestra interesada en el anuncio, eso sí, siempre que “se adopte de forma que favorezca la convivencia. Hay que tener en cuenta que el 40 por ciento de los trabajadores fuma, por lo que habrá que garantizar espacios y sistemas 21”, afirmó de manera cauta José Luis Rodríguez Valdés, del área de drogodependencias de Comisiones Obreras (CCOO), para más tarde apuntillar que “fumar es una dependencia como otra cualquiera 22”.
El sindicato aboga por los programas de ayuda, al igual que sus compañeros de viaje, la Unión General de Trabajadores (UGT) quiénes, además, pidieron “programas que integren acciones educativas, legislativas y asistenciales 23”. Vamos, el paso de la España fumadora al país del Mago de Oz.
Disculpe mi incredulidad, señor lector, pero la piel de bisonte pesa mucho. Además, Sanidad advirtió que la propuesta “debe ser negociada con sindicatos y patronal 24”, o sea, entre John Wayne y Jerónimo.


3.- ¡A POR ELLOS, QUE SON MUCHOS Y PODEROSOS!
Parece que la ministra Salgado está decidida, parece que es cierto predicará con el ejemplo y para finales de 2003, el Ministerio de Sanidad habrá desterrado a los fumadores gracias a la habilitación de lugares para ellos, “sitios realmente aislados para que, por ejemplo, los sistemas de ventilación no esparzan el humo a las zonas teóricamente protegidas. La lucha contra el tabaquismo tiene que ser una lucha enérgica 25”. ¡Cómo me gusta esta señora!
Pero no es oro todo lo que reluce, no olvidemos que todo esto es tan sólo una propuesta gubernamental que raras veces se ha cumplido, más que nada se ha saltado a la torera. Por otra parte, se está exigiendo que los tratamientos para dejar de fumar sean financiados por la sanidad pública, o sea, que los no fumadores financien con sus impuestos la rehabilitación de unas personas adictas a la nicotina, droga de la que disponen en cualquier estanco, máquina expendedora, centro comercial y hasta en los video clubes, como la cadena Blockbuster, donde te ofrecen completar el alquiler de tu película con palomitas, refrescos de cola o tu marca de tabaco favorita.
Nuestros amigos, los navarros, ya se adelantaron en 2003 cuando aprobaron una ley que restringía el consumo del tabaco tanto en espacios públicos como privados, un adelanto ejemplar pero con trampa: las empresas privadas cuentan con dos años para que la transición no sea demasiado traumática, mientras que las públicas sólo disponían de seis meses. En teoría, en Navarra los menores de 18 años lo tienen crudo a la hora de hacerse con su cajetilla y los adultos para fumar en centros públicos, y digo en teoría porque infringir esta ley no acarrea sanción ni multa alguna hasta el momento. Como máximo, reciben un “cachete” de los señores vigilantes. De todas formas, sepan los fumadores que los medicamentos recetados durante un programa de rehabilitación para abandonar el siniestro hábito están subvencionados en un 60 por ciento 26.

REAL DECRETO 192 DE 1988: ¡TURURÚ!
Seguramente, habrá visto cantidad de veces a la entrada de cualquier emplazamiento público cerrado un cartel con un círculo en rojo, línea transversal de izquierda a derecha, igualmente en rojo, tapando parcialmente el dibujo –en negro siniestro- de lo que se presenta como un cigarrillo, con dos líneas delgadas a modo de estela de humo, ¿verdad? ¡No!, no significa que en ese espacio no está permitido aparcar, no. Baje unos centímetros la vista. Lea conmigo: PROHIBIDO FUMAR. Eso es. Ahora coja el diccionario y busque la palabra Prohibir. Sí, siga, Progresismo, Progresivo, Progreso y Prohibir. ¡Ahí está! ¡No!, no es Prohibitivo, eso significa que los zapatos que vio el otro día son demasiado caros para usted, no, es la anterior, Prohibir. Ésa. ¡Lea! “Referente al uso o a la realización de algo, impedirlos o negarlos. Antónimo de Permitir (¿Antónimo?, lo contrario). Familia de Prohibición. Prohibir es infinitivo y Prohibido es participio27”.
Ahora viene la parte práctica de la lección: si usted se dispone a entrar en un recinto público, sea de las características que sea, y que tanto en la entrada como en diferentes lugares del lugar aparezca visible el cartel anteriormente descrito y usted es una persona que fuma habitualmente, ¿qué haría?:

a) No fumo durante el tiempo que permanezca en dicho recinto.
b) Enciendo un cigarro y me lo fumo si me apetece, igual que si estuviera en mi propia casa.
c) Sé que está prohibido pero como nadie me va a decir nada, me fumo un cigarro.

Si ha elegido la respuesta a, es usted una buena persona, educada y consciente de las molestias que su insalubre hábito acarrearía a los no fumadores. Si se ha decantado por la respuesta b, forma parte de la mayoría de los fumadores, seres maleducados e intolerantes a la vez que patéticos y peligrosos. Pero si la c ha sido su elección, usted vive en la realidad, donde el sistemático incumplimiento del Real Decreto 192 de 1988 está a la orden del día. Usted está informado de todo, tanto de las características nocivas de su vicio legal como de la impunidad que dicho hábito le ofrece. Usted es listo/a y sabe perfectamente que si el lugar en el que ha entrado no es un hospital, un centro de salud, un teatro o un cine o un autobús, no tiene porqué esperar para salir a la calle y poder disfrutar del humo. En teoría, en las instalaciones educativas la prohibición es total, pero sólo en teoría, sólo hace falta darse una vuelta por los institutos y facultades de este lindo país.
A las pruebas me remito. Este decreto prohíbe fumar en los medios de transporte donde una parte de los viajeros no ocupen asiento, como el metro, el bus urbano y el cercanías, mientras que en los transportes de largo recorrido, existen asientos o vagones para fumadores.
La ley se extiende a centros de atención a menores, sanitarios, docentes y de atención al público y locales comerciales cerrados, principalmente.
El mes de junio de 2004, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) presentó un estudio que afirmaba que “la prohibición de fumar se incumple en el 75 % de los hospitales, institutos de enseñanza media, centros administrativos, casas de cultura y de juventud, centros comerciales, estaciones de transportes y universidades28”. Y eso que el decreto se aprobó hace tres lustros.
Por otra parte, la obligación de habilitar zonas señalizadas para fumadores en lugares destinados al ocio, el deporte y la cultura así como en estaciones de transporte público vía carretera, vía raíl o vía aérea es clara: si no hay zonas habilitadas, la prohibición se extiende a todo el recinto. Según la OCU, “sólo 11 de los 97 espacios visitados poseían lugares reservados para fumadores debidamente señalizados29”. Además. Por lo visto en ocho de ellas, la ventilación era tan cutre que propiciaba que el humo se esparciera por el resto de la sala. Lo de siempre, la chapuza nacional.
Por otra parte, el artículo cuarto entra a saco sobre de manera explícita sobre la prohibición de vender tabaco en áreas escolares, infantiles y juveniles, “hasta con 15.000 euros se puede multar al infractor que venda tabaco a jóvenes menores de 16 años o permitir que los mismos hagan uso de expendedoras30”. Se puede usted imaginar el caso que tanto adultos como menores hacen de este artículo. Después de dieciséis años, el decreto no pasa más allá de una simple broma. La razón la encontramos en la popularización del consumo de tabaco a comienzos del siglo XX, debido a la industrialización y a la producción masiva de la manufacturación del producto y las eficaces técnicas de promoción. Como relata Teresa Salvador, miembro del Panel Internacional de Expertos sobre Tabaquismo, de la OMS, “Los pitillos resultaban muy baratos para el gran público, a la vez que altamente rentables para los productores, (...), así, en muy poco tiempo el hábito de fumar se ha generalizado en la mayoría de los países occidentales alcanzando el 50 por ciento de la población adulta31”. A pesar de los incrementos sobre la subida del precio de tabaco que nuestro país ha ido realizando durante los últimos años, algo que ha repercutido de manera poco perceptible en el consumo, si a caso entre los más jóvenes, los últimos datos nos remiten a un incremento en dos sectores de la población española: los jóvenes y las mujeres.

ZAPATOS, BOLSO Y... TABACO: COMBINACIÓN LETAL
Según cuenta Teresa Salvador, “a finales de la década de los ochenta el cáncer de pulmón se situaba en la primera causa de muerte entre las mujeres adultas en Estados Unidos y el Reino Unido superando al cáncer de mama, el más común hasta aquella fecha32”. Hasta los locos años veinte, la imagen de una mujer fumando resultaba inédita. La industria se dio cuenta y se lanzó a por el mercado femenino, reacio en un principio debido, más que nada, al nulo papel social que la mujer tenía en la sociedad a principios del siglo XX. La imagen de la mítica actriz Marlene Dietrich, vistiendo pantalones y pipa de fumar en mano, adelantó la emancipación del sector femenino de la alta sociedad. A ella le siguieron otros mitos como Greta Garbo, Rita Hayworth, Lauren Bacall y Audrey Hepburn, símbolos de la nueva mujer de mitad de siglo. Para Teresa Salvador, tras la Segunda Guerra Mundial y una vez “lograda la adopción del consumo entre la población femenina, a la industria sólo le quedaba encontrar mensajes atractivos para varones y mujeres indistintamente; anuncios que asociaran el tabaco con la idea de poder, de distinción, fortaleza física, prestigio social, triunfo, seguridad propia e independencia personal, cualidades que con los años han demostrado ser las más eficaces para vender cigarrillos tanto en los países ricos como en los pobres33”.
En España, las mujeres no caerían en la trampa del tabaco hasta finales de los sesenta gracias a las noticias y comentarios que llegaban del extranjero a la España del boom turístico, donde “las jóvenes y adolescentes españolas con más acceso a la información y mayor poder adquisitivo (...) querían estudiar y buscar trabajo, vestían minifaldas y pantalones, aprendieron a conducir y empezaron, como no, a fumar; (...) son las mujeres que hoy temen a abandonar el consumo por miedo a engordar; (...) son ésas a las que nadie informó de las muertes acaecidas en Hollywood por cáncer de pulmón34”. Más claro, agua.

El problema está en que las adolescentes comienzan a fumar siguiendo una imagen rebelde y aconsejadas por sus amigas. El primer paso para la emancipación está en el cigarrillo, tía, todo eso que dicen que si el tabaco es malo que si no se qué, es una tontería y si no mira a la novia de mi hermano, fuma como una condenada la tía y es guapísima, eso que dicen de si se te van a notar más las arrugas de la cara es un bolo. Entonces, ¿por qué pueden fumar ellas y nosotras no?, qué me lo expliquen. Va, tía, pasa de todo. Tú, a tu rollo. Qué les den.
Típico argumento adolescente, con quién vas a hablar de sexo y rebeldía si no es con tu mejor amiga, ¿verdad? Los adultos, ¿qué sabrán ellos?, te dicen que no es bueno fumar y ellos fuman, te dicen que no bebas y ellos beben, menudo ejemplo.
Y es que este libro no es un manual para dejar de fumar, ni tampoco una guía sobre el tabaquismo y sus nocivas consecuencias, no, no le voy a dar la brasa con las sustancias tóxicas que un cigarrillo contiene, no, olvidemos el Alquitrán, la Nicotina y el Fenol, pasemos del Amoniaco, del Dióxido de Carbono y de la Acetona, ¡qué nombres más horribles!, ¿verdad?, para qué vamos a perder nuestro tiempo con el Benzo, el Pireno y la Nitrosonornicotina, nitroso...¡qué!, oiga, que yo soy de letras. Y qué decir de las insignificantes enfermedades que nuestro amigo el tabaco no obsequia, si de algo tenemos que morir, ¿verdad?, pues ya está. Si no morimos de cáncer de pulmón o de esófago, lo haremos de laringe o de un simple paro cardíaco. Qué más da, si me muero que no se diga que no he vivido a gusto. Si antes era el cáncer de mama y ahora es el de pulmón, mañana será uno nuevo, ¿verdad? ¡Pues no!, mañana quien morirán serán sus hijos, sus nietos, la preciosa hija de su hermana, las gemelas de su cuñada y ¿cuál será la causa?: su indiferencia y su egoísmo, su falsa fachada de moderna y su nula personalidad, amiga mía, su carencia de seguridad en si misma y la difícil pero completamente real decisión de decir no al tabaco.
Si continua fumando, el riesgo cardiovascular y el peligro de enfermedad coronaria será un hecho en su hija, sobre todo cuando sea adulta y tome anticonceptivos. El infarto de miocardio será el mejor amigo de su queridísima hija, quién conocerá la menopausia y la osteoporosis con antelación. Y si a todo esto le añadimos la temprana visita de nuestras amadas amigas, las arrugas faciales, menudo panorama, ¿eh?, de algo tiene que morir su hija, ¿verdad?

LA TENTACIÓN DE LO PROHIBIDO
Cierto es que tanto los medios de comunicación –a través de sus espacios publicitarios- como la imagen que los ídolos transmiten a sus seguidores resulta la más eficaz publicidad posible. De los 25 periódicos con mayor tirada del planeta, diez se editan en Japón (el Yomiuri Simbun y The Ashai Simbun encabezan la lista con la friolera de catorce y doce millones de ejemplares, respectivamente), por lo que no resulta extraño que las tabacaleras se estén frotando las manos contemplando el suculento mercado asiático. Cualquiera que haya viajado se habrá dado cuenta que los adolescentes nipones siempre presentan un cierto interés por la moda, por estar a la última, de hecho, ellos mismos están liderando el universo de tendencias que más tarde es importado por la vieja Europa. Pantalones de campana y zapatos de plataforma resultan ideales si acompañan con un cigarrillo. La imagen del ídolo pop o cinematográfico, mechas rubias en los cabellos y pitillo entre los dedos resulta demasiado tentador para el adolescente que demanda a gritos una parcela de libertad.
Pero el adolescente es una persona fácil de impresionar, sencilla de convencer. Basta con que uno de sus amigos fume para que él o ella lo haga. Ya sabe, todo aquello que está prohibido es porque resulta placentero. Y para qué están las reglas si no es para saltárselas, ¿verdad? James Dean fue el rebelde del siglo XX y fumaba; Bogart era un tipo duro eternamente pegado a un pitillo y en sus películas siempre acababa con los malvados y se ligaba a la chica más guapa y, por qué no decirlo, si eres rebelde estás obligado a fumar. Mick Jagger lo hacía, los Sex Pistols, también y todos los nuevos ídolos lo hacen, aunque no se les esté permitido mostrarlo en público. Si por el propio José Luis Garci dependiera, las interesantes tertulias de su programa ¡Qué Grande Es El Cine!, estarían impregnadas de un humo que a los cinéfilos nos recordaría con toda seguridad al ambiente de una película de Howard Hawks.

A fecha de junio de 2004, en España sólo está prohibida de manera total la publicidad de marcas de tabaco en las televisiones y en las radios de ámbito nacional, además de no permitir la inserción de publicidad indirecta en películas o series de televisión, ya sabe, aquella secuencia donde se veía al protagonista caminar junto a un anuncio del nuestro amigo, el cowboy de Marlboro, o a los soldados norteamericanos avanzar por las selvas vietnamitas con cajetillas de Winston atadas a su cascos, junto a ese legendario “nacido para matar”. ¿A quién se referían de los dos? En cambio, está permitido insertar publicidad en revistas, periódicos, vallas exteriores, carteles y cines, además de en toda clase de actos y eventos patrocinados por las marcas de tabaco y objetos con nombre de marca de tabaco, algo así como los festivales de música independiente patrocinados por marcas de bebidas como Heineken o San Miguel (sí, ya sé que la cerveza es beneficiosa para nuestro cuerpo gracias al ácido fólico y la vitamina B, pero aprovecho el momento para reivindicar a su hermana alternativa, la sin alcohol), anuncios publicados en revistas de moda y música donde te sugieren que si vas a una discoteca y pides un ron, serás el rey de la noche. Y bueno, si nos damos una vuelta por cualquier bar, restaurante o pub, podremos comprobar como el fumador, sí, ese que, por regla general, le importa un bledo que moleste o no a su vecino de mesa, campa a sus anchas, en la más completa impunidad.
El tema es que por más consejos e información demos a nuestros hijos, a más temprana edad comienzan a imitar a sus mayores. Incluso, los mensajes agresivos que se colocaron en las cajetillas de tabaco en mayo de 2003, han causado el efecto contrario al que se pretendía sobre los adolescentes y los jóvenes. Por lo visto, las populares esquelas han resultado ineficaces a la hora de disuadir a los fumadores, incitando a los adolescentes a su consumo, como muestra de rebeldía ante las reglas impuestas por sus mayores, esos hipócritas que te advierten: “niño, no fumes que es malo”, mientras les observas sorprendido y te preguntas por qué ellos si pueden y tú no.
Prohibir hacer algo a un adolescente significa retarle a hacerlo. Niño, a la cama que la película tiene dos rombos, recuerdos de mi inocente niñez. Según una encuesta realizada por la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC) y publicada el 25 de mayo de 2004, el 52,3% de los médicos encuestados afirmaron que los mensajes insertados en las cajetillas de tabaco no favorecían el abandono de su consumo, mientras que un 38,6% opinó lo contrario. Según la mayoría de los expertos consultados, los mensajes agresivos provocan e incitan al consumo, cada vez a más temprana edad: el 90% de los fumadores inicia su hábito antes de cumplir la mayoría de edad. Por otra parte, la mayoría de estos expertos encontraron la raíz del problema en la excesiva tolerancia hacia el consumo del tabaco que ha existido en nuestro país desde hace muchas décadas.
Cierto es que, gracias a decretos como la Ley sobre Drogodependencia y Otros Trastornos Adictivos –la conocida popularmente como ley antibotellón-, que entró en vigor en julio de 2002, las grandes multinacionales del sector están viendo mermadas sus clásicas vías para llegar al cliente. Según informó el diario El País, el 10 de julio de 2004, el Ayuntamiento de Madrid ordenó retirar de las marquesinas anuncios de alcohol y tabaco, si esos letreros de cristal que los madrileños se encuentran por la calle o formando parte de la parada del autobús. Parece ser que el grupo socialista denunció –a través de dicho periódico- que la existencia de estos baldaquines vulneraba la ley. Y es que, según su artículo 28, “queda prohibida la publicidad de tabaco y bebidas alcohólicas en los medios de transporte público, tanto en el exterior como en el interior, así como en los locales o estancias destinados para la espera de esos transportes”.
La historia comenzó cuando el concejal socialista Óscar Iglesias afirmó que en calles y plazas donde está prohibido fumar, grandes marquesinas se alzan con grandes carteles que anuncian marcas de tabaco y, sobre todo, alcohol. Vamos, el ambiente ideal para que los agentes de policía se acerquen a los grupos de jóvenes y adolescentes para recordarles la ley. Qué crédito puede tener un policía que reprime a un grupo de chavales a cerca de que están incumpliendo una norma, si a dos metros de él se encuentra un mayúsculo cartel que dice que lo mejor para pasar un buen rato es hacerlo junto a cajetilla de tabaco con las iniciales de la ciudad de Nueva York, mezcladas con un ron que se adapta a los platos del Dj de moda.
El artículo nos recordaba que, durante el mandato de José María Álvarez del Manzano, la alcaldía permitió la publicidad de marcas de tabaco en las marquesinas porque “no podían ser consideradas zonas esenciales, como recoge la ley, por estar al aire libre, sino elementos de mobiliario urbano”. A la explicación del equipo del Señor Álvarez del Manzano, la actual responsable del mobiliario urbano, Paz González García, rebatía de manera lógica e inteligente, afirmando que “si se prohíbe fumar en los sitios donde se concentren las personas, éstas también tienen derecho a una atmósfera limpia. Esto implica por tanto la prohibición de carteles de tabaco y alcohol”. Por supuesto, las empresas propietarias de dichas marquesinas y chirimbolos, se quedaron mudas ante la llamada del periódico.
El redactor concluía recordándonos que los usuarios estuvieron esperando, día tras día, junto a “una conocida marca de ginebra en las paradas de los autobuses que jugaba con su nombre y anunciaba ser libre a quien la tomara”. Resulta increíble, pero lo cierto es que en el año 2004, Marlboro continuaba anunciándose a través de su clásica imagen, la del cowboy libre, machote e independiente, pero claro, supongo que éste sería un descendiente del vaquero original que nos invitó a consumir tabaco, a finales del siglo pasado, hasta que el cáncer se lo llevó por delante. Quizá el pobre hombre se metió demasiado en su papel.




4.- EL FUMADOR PASIVO, ESE GRAN CONOCIDO
En 1981, la revista Hirayama publicó un estudio en el que se ponía de manifiesto que el riesgo de morir de cáncer de pulmón en esposas fumadoras pasivas, resultaba ser el doble que el de las casadas con un no fumador, dependiendo del número de cigarrillos consumidos por el marido y su grado de exposición.
Veintitrés años más tarde, un estudio realizado por la British Medical Journal advertía que “el riesgo de sufrir una angina de pecho o un infarto de miocardio aumenta entre un 50% y un 60% entre aquellas personas que soportan diariamente a fumadores a su lado”. La publicación afirma que el porcentaje de peligro (del 25% al 30%), establecido hasta la actualidad, había sido sobrestimado, seguramente debido a que “en el pasado no se tenía en cuenta como fuente de humo ambiental la exposición en el lugar de trabajo, bares, restaurantes y el hecho de convivir con un fumador”.
El problema en España lo comprobamos en el retraso que sufre la puesta en marcha del Plan Nacional de Prevención de Tabaquismo, documento que, según informaba Víctor López García-Aranda, presidente del Grupo de Trabajo de Tabaquismo de la Sociedad Española de Cardiología, “lleva un gran retraso debido a los muchos intereses económicos que hacen que la progresión vaya a ritmo de hormiga “. López, que aseguró que la sociedad estaba presionando a la Administración para que se cumpla la normativa actual, aseguró que “todavía se sigue fumando en el Ministerio de Sanidad y en los hospitales y no pasa nada35”. ¡Menudo ejemplo!
Una carta remitida por José María Paricio, Jefe de servicio de Pediatría del Hospital Marina Alta, de Denia, Alicante y publicada por el diario El País, el 3 de junio de 2004, confirmaba esta última frase de Víctor López. El señor Paricio se mostraba abochornado por el tratamiento que el informativo de las tres de la tarde, de Televisión Española realizaba sobre el preocupante tema del tabaquismo. Este pediatra se sonrojó de indignación tras ver un reportaje emitido por la cadena pública en donde “se ve un Ministerio de Sanidad lleno de humo, donde hay una responsable algo alarmada de ver cómo todos fuman y limitándose a estudiar cómo van a hacer la cafetería para separar los humos de los no humos (...), nos presentan al responsable de diseñar las campañas antitabaco de todo el país como un señor que reconoce fumar tres cajetillas al día y al que, por supuesto, apenas logramos ver, pues está permanentemente oculto tras una cortina de humo”. El lector de este periódico, que resulta ser el más leído de España, comentaba de manera irónica que era como “si al frente del plan nacional contra las drogas estuviese un drogadicto (...); pues el tabaquismo es eso: una drogadicción, y de las que más daño hacen, al estar socialmente aceptada y patrocinada desde el Estado, que recauda impuestos a través de ella”. Finalmente y tras reconocer que en el hospital en el cual realiza su trabajo tiene que convivir diariamente con este problema, daba la razón a los niños que comienzan a fumar antes de los 12 años cuando éstos respondan que “sale gente importante por televisión que fuman y se ríen de ello”.
Es la misma historia de siempre, una persona o una institución que prohíbe o desaconseja algo que ella misma realiza, no tiene ni autoridad ni credibilidad para hacerlo.

Volvamos a coger el diccionario, esta vez para buscar el adjetivo “Pasivo”. En este caso, el significado es mucho más amplio, con más conceptos. Primeramente leemos que es la persona “que deja que los demás actúen sin hacer ella nada”, no ésta no nos sirve; “conjunto de las deudas y de las obligaciones de una persona, empresa o institución”, tampoco; veamos esta: “que recibe una acción que otra persona realiza36”, ¡ésta es la que nos compete!, el individuo que está obligado a soportar la acción del prójimo, quiera o no quiera, le guste o le disguste. Ése es el fumador pasivo, la persona que decide, de manera voluntaria, no fumar pero que a diario se ve obligado a respirar, de manera involuntaria, el humo del tabaco, quiera o no, le guste o le disguste.
En mi opinión, existen dos tipos de fumadores pasivos, el que calla y traga, seguramente para no provocar el rechazo del fumador y el que protesta como puede, amparándose en su propia salud. Existe el fumador pasivo que calla y traga y está el inconformista que, a sabiendas de que no puede hacer nada al respecto, muestra su protesta por diferentes vías, que incluyen los continuos gestos de desaprobación y la protesta activa. Yo me encuadro en este último. Yo he sido y continuo siendo un sufrido fumador pasivo, he pasado de “no me importa, no me molesta” al inconformismo. De la ignorancia al activismo. ¿Soy un activista?, ¿es el fumador pasivo, el sujeto que demanda sus derechos, un activista? Seguramente y debido a la gravedad de la situación, sí.
¿Puede un fumador pasivo morir de cáncer de pulmón? Las pruebas médicas afirman que sí. De hecho, alrededor de 50.000 personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con ser fumador pasivo (de las cuáles, 5.000 son españolas).
Un fumador pasivo puede padecer y morir de cáncer de pulmón, dependiendo de su exposición al humo, igual que el bebé de una fumadora pasiva en su primera fase de desarrollo, “sufrirá un retraso en el crecimiento y un menor peso cuando de a luz o nacimientos prematuros en caso contrario (...), los bebes y niños expuestos al humo ambiental de tabaco presentan un peligro mayor de padecer infecciones respiratorias como bronquitis y neumonía durante la infancia37”.
¿Y qué decir de las personas que sufren de asma o insuficiencia respiratoria?, pues que una zona delimitada para fumadores en un espacio cerrado no es suficiente. El enemigo se dispersa en el aire del recinto cerrado, el cual contiene hasta tres veces más nicotina y alquitrán que la corriente principal que aspira el fumador y unas cinco veces más monóxido de carbono.

En noviembre de 2003, la prestigiosa revista científica The Lancet pedía al gobierno británico de Tony Blair que prohibiera el tabaco. Una de las argumentaciones esgrimidas por la publicación era que “si el tabaco fuera una sustancia ilegal, su posesión constituiría un crimen, y el número de fumadores descendería de manera drástica”. La editorial informaba que “el ochenta por ciento de los habitantes del Reino Unido son no fumadores, por lo que tienen derecho a estar libres de la exposición a agentes cancerígenos”.
La revista, que estima que en Gran Bretaña son 1.000 los fumadores pasivos que cada año mueren a causa de la inhalación del mortal humo, advertía que “los empresarios que permiten fumar en sus empresas exponen a sus empleados a un riesgo sanitario probado, y tanto restaurantes como bares y clubes son lugares de trabajo, por lo que sus propietarios tienen la obligación de proteger a los trabajadores”.
The Lancet le echaba en cara al gobierno inglés su negativa a imponer la prohibición debido a las suculentas ganancias que, a través de los impuestos, recaudaban las arcas nacionales, nada más y nada menos que 13.000 millones de euros38. Lo cierto es que tan serio problema ha obligado al Partido Laborista a colocar sobre la mesa la posibilidad de prohibir fumar en los lugares públicos. Por lo visto, los laboristas incluyeron en su programa electoral un borrador que propone limpiar de humo todos los espacios públicos de Gran Bretaña. Según publicó el 30 de junio de 2004, de manera exclusiva, el diario británico The Guardian, el riesgo de padecer enfermedad coronaria entre los súbditos ingleses estaba alcanzando el 60%, doblando el tanto por cierto que hasta ese momento se aseguraba. Pero ahí no acaba todo, al día siguiente, el diario El País destacaba al final de su breve artículo las dos barreras que hasta ese momento los laboristas se iban a encontrar: la falta de apoyo del gobierno de Tony Blair y, más concretamente, del ministro de Sanidad, John Reid, quien había declarado tiempo atrás “como puede atestiguar mi propia madre, no hay que olvidar que los pobres tienen muy pocos placeres en la vida y uno de ellos es el fumar”. ¡Sencillamente genial! Con estas barreras sentimentales no podemos luchar los no fumadores, cómo vamos a anteponer nuestra salud al deleite de la mamá del señor Reid. Cómo puede ser alguien tan mezquino y egoísta que proteste por el deterioro de su salud, robando la única satisfacción que ha tenido esa pobre mujer en toda su vida. ¡Mira que somos malos los fumadores pasivos!

El contrapunto opuesto lo colocaba la revista British Medical Journal, publicación no menos prestigiosa que, aunque afirmaba que la figura del fumador pasivo “como individuo con mayor riesgo de desarrollar cáncer de pulmón está plenamente aceptada por la comunidad médica y el resto de la sociedad”, por lo visto un nuevo estudio centrado en 35.000 personas no fumadoras pero expuestas al humo del tabaco durante cuatro décadas, ha venido a desmentir algunas afirmaciones sobre los diferentes peligros que los fumadores pasivos se exponen a diario. Parece que convivir con un fumador no es tan nocivo como nos hacen creer esos pesados activistas.
Los autores del informe realizaron un seguimiento entre 1959 y 1999 a 35.561 personas y, sorprendentemente, no se encontraron diferencias significativas en la mortalidad por dichas causas “respecto a los sujetos cuyos cónyuges tampoco fumaban, para cualquier nivel de exposición”. En cambio, sí se confirmó “una fuerte asociación entre el consumo de tabaco y el desarrollo de enfermedad coronaria, cáncer de pulmón y bronquitis crónica”. Si no leo mal, los autores de este extenso artículo encuentran una relación directa entre fumar y enfermar, pero no creen que sus maridos o mujeres, no fumadores, tengan peligro de contraer dichas enfermedades e incluso morir de cáncer. Para estos señores, “el efecto nocivo del tabaco en fumadores pasivos puede que se haya sobreestimado”.
¡Toma ya!, ahora resulta que no es tan perjudicial exponerse al humo del tabaco, entonces, ¿qué les podemos decir a los familiares de esos mil seres humanos que fallecen al año en el Reino Unido a causa de la indiferencia de los fumadores? ¿qué son unos quejicas? No me creo que estar respirando humo día a día, a lo largo de cuarenta años, en el lugar de trabajo, en el hogar o en el pub no repercuta de manera negativa en la salud del fumador pasivo, aunque no padezca enfermedad alguna, asma o alergia de cualquier tipo, no, no cuadra, señores. El tabaquismo pasivo es la tercera causa evitable de muerte en los países desarrollados, después del tabaquismo activo y el alcoholismo. El sindicato Comisiones Obreras (CCOO, los malos, ¿recuerda?) eleva la cifra de muertes por tabaquismo pasivo en España cada año a 3.000, nada más y nada menos. ¡Señores, despierten!, nuestros amigos los médicos, ¡sí!, esos señores y señoras con bata blanca y gafitas colgando del cuello, nos alertan que la exposición al humo del tabaco durante una hora equivale a fumarse tres cigarrillos y si echamos cuentas, la media de la jornada laboral en nuestro país es de ocho horas, ¿verdad?, ocho horas a tres pitillos por hora equivalen a 24 al día, sin posibilidad de restar alguno durante la hora de la comida (ya sabe, por las escasas zonas para no fumadores perfectamente delimitadas en los bares y restaurantes), y si a eso le sumamos que una cajetilla contiene 20 cigarrillos, resulta que el pobre no fumador llega a inhalar más humo que su compañero de curro.

En 2003, el 71 por ciento de los currantes españoles admitieron que en sus empresas y lugares de trabajo, las zonas específicas delimitadas para fumadores brillaban por su ausencia. Los señores de CCOO quieren que se regule el uso del tabaco en el medio laboral que favorezca la convivencia entre fumadores y no fumadores, anteponiendo como preferencia el derecho a la salud de estos últimos, a través de un acuerdo conjunto. Sí, 2005 será un año crucial en la historia del tabaquismo, pero son muchas décadas de implantación y aceptación de esta droga legal. ¡Venga, chaval, fúmate un pitillo! Va a ser difícil.
Lo cierto es que un gran porcentaje de los fallecimientos por inhalación pasiva de tabaco se vincula a las labores de camarero u oficinista, debidos en gran parte al desarrollo de cáncer de pulmón y nasal. Incluso los niños menores de un año pueden fallecer a causa de la continua exposición al humo de sus mayores o padecer otitis, asma, bronquitis y neumonía. Pero si antes de nacer ya están expuestos al peligroso vicio de su madre, y eso que aún no han salido de la barriga. La revista International Journal Of Cancer, revelaba en su edición de julio de 2004 que el “tabaco consumido durante la gestación puede ser responsable del desarrollo de tumores testiculares en los niños, posteriormente convertidos en adultos, de estas señoras fumadoras”. Y no es un comentario divertido. Según la publicación, el tabaco disminuye la sangre circulante en la placenta y retrasa el crecimiento del feto.
Para los señores de British Medical Journal, decir que una investigación sobre 32.000 mujeres realizada a lo largo de diez años encontró una clara relación entre consumo involuntario, esto es, pasivo, y muerte por fallos de corazón y enfermedades circulatorias. Existe la clara evidencia de que el humo del tabaco ambiental tiene un impacto nocivo en la salud del fumador pasivo a largo plazo. Alrededor de 600 casos de cáncer de pulmón por esta causa se denuncian en el Reino Unido cada año.
Por otra parte, son muchos los que afirman que las personas que cuestionan tales evidencias médicas están pagadas por las poderosas tabacaleras.
Les voy a contar un secreto: en 1988, un juez de Carolina del Norte, encargado de representar la demanda de una industria tabacalera, ignorando las numerosas evidencias médicas y científicas, decidió que el informe de la EPA contenía inexactitudes científicas y que no lograba demostrar con datos que las enfermedades habían sido provocadas por el humo del tabaco. Poco después, se descubrió que varias tabacaleras habían pagado a los científicos para que efectuaran falsas declaraciones sobre el asunto. Y este no fue el único caso. La todopoderosa Phillip Morris intentó sabotear un estudio en donde la revista The Lancet demostraba que los fumadores pasivos cuentan con un dieciséis por ciento más de probabilidad de sufrir cáncer de pulmón sobre aquellos no expuestos al humo del tabaco. Esto se está convirtiendo en el Smokegate. ¡Dónde están Woodward y Bernstein!

DATOS Y MÁS DATOS
¿Sigue usted aún en sus trece?, de acuerdo, veamos, será mejor que nos demos una vuelta por el increíble mundo de la navegación virtual. Busquemos eso tan famoso a lo que llaman página-web. La Sociedad Española de Medicina de Familia nos recuerda la cifra de 3.000 fumadores pasivos fallecidos cada doce meses en España, de los cuáles, alrededor de 200 son bebés de pocos meses. Por su parte, la American Heart Association (Asociación Americana de Cardiología) eleva la cifra a 37.000 dentro de su territorio. Continuando con nuestra búsqueda, compruebo que la Action On Smoking And Health (Acción Contra el Tabaco y por la salud) estima en 600 los casos de cáncer de pulmón en fumadores pasivos y denuncia el chantaje por parte de las tabacaleras como única respuesta a las personalidades que alzan sus voces cuestionando dichas evidencias.
Por último, la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental) recalca el peligro de padecer cáncer de pulmón en los ciudadanos no fumadores expuestos diariamente al humo del tabaco, haciendo hincapié en los peques y recordándonos el smokegate de Carolina del Norte. Y ahí no queda la cosa. Una noticia publicada por The Lancet y fechada en la nochebuena de 2001, me deja de piedra: en una habitación con humo ambiental, el 15% de este corresponde al exhalado por el o los fumadores, mientras que el 86% restante se produce cuando el cigarro se va consumiendo poco a poco, aportando al ambiente tres veces más monóxido de carbón y alquitrán y cuatro veces más nicotina. Vamos, que si un pobre teleoperador, no fumador, por supuesto, se le ocurre tomarse sus cinco minutos de descanso, ¿dónde va?, ¿al pasillo?, no allí están fumando. ¿Al baño?, no ahí están fumando, ¿a la mini habitación donde se come y se merienda?, no allí están fumando, ¿dónde?, ¿se sale a la escalera?, le van a tomar como un bicho raro. Nada, a tragar humo. Pues, no. No se conforme, amigo mío, muestre su desacuerdo, señorita. Enfréntese a esa ridícula señora sabelotodo que siempre cree llevar la razón y déjela en evidencia, dígale que su cara va por delante de su edad y que sí, que ella morirá de algo pero que usted no desea contraer cáncer de pulmón. Muéstrele que el humo ambiental inhalado por usted puede llegar a ser más nocivo que el que aspira ella debido al alto contenido en benzopirenos, y si le pregunta eso qué es, respóndale que ella es un benzopireno, o sea, una sustancia maligna y cancerígena. Explíquele que una persona encerrada en una habitación de 30 metros cuadrados, donde se fuman dos cigarrillos cada hora, le repercuten en su salud en un pitillo cada sesenta minutos. Por lo que hágale ver cuánto fumará cada día visitando esas pequeñas habitaciones improvisadas a modo de sala de descanso, con un frigorífico y un microondas, varias sillas y una mesa común. Enséñele el cutre sistema de ventilación de la sala –en caso de que lo tenga, por supuesto-.
Sí, sí, cáncer de pulmón, replicará ella, de algo hay que morir, comentará buscando la aprobación de sus amigas. No, señora, no, también puedo desarrollar neoplasias como laringe, boca y vejiga ¿Que qué es una neoplasia? Usted es una neoplasia. Anda y coja el diccionario.

¿QUÉ ES EL HUMO CIRCUNDANTE?
Usted entra en una habitación. El lugar se muestra limpio y recién aireado. La señora de la limpieza ha hecho bien su trabajo. La ventana ha estado abierta y la presencia de la fregona aún se palpa en el ambiente. Usted, como buen fumador, se sienta, saca la cajetilla y el mechero, se enciende un cigarrillo, aspira, degusta y expira. Coloca el cenicero a su lado y deposita el pitillo sobre él. Diez segundos después, entra en la misma habitación otra persona, se dicen hola, ella se sienta pero en su bolso no hay rastro alguno relacionado con el tabaco. Ni cajetilla, ni encendedor asoman de entre sus enseres. A raíz del consumo de la primera persona, el aire de la habitación comienza a llenarse de dos tipos de humo: el que exhala el fumador y el que se desprende de la punta del cigarrillo entra calada y calada. Ambos son perjudiciales para la salud de ambos. El humo exhalado por el fumador ha sido filtrado por sus pulmones después de haber pasado por el filtro del pitillo. Pero ¿qué pasa con el humo que produce el cigarrillo en su propia consumición, depositado en el cenicero o entre los dedos de su amo? Pasa que este último contiene una mayor concentración de sustancias nocivas al no estar sometido a ningún tipo de filtro. El alquitrán, la nicotina y todos esos nombres raros que contiene un cigarrillo pueden campar a sus anchas si consiguen salvarse de su paso por el organismo de su consumidor.
Pasadas las horas, el antes renovado ambiente de la habitación se verá compuesto por gases en su noventa por ciento y por diferentes partículas sólidas en el diez por ciento restante. Además, no se fíe de los sistemas de ventilación artificial, ya que generalmente en lugar de eliminar el mortífero humo lo que hacen es ponerlo en circulación una y otra vez. El fumador pasivo que se ve obligado a trabajar día tras día en una oficina donde se fume con frecuencia, puede contraer problemas de salud de diversa importancia, desde la irritación ocular y de garganta hasta la bronquitis crónica y el implacable cáncer de pulmón. Y digo en la oficina como pudiera decir en el salón de casa, mamis.

Pero no sólo el humo esparcido en una habitación es perjudicial para la salud del fumador pasivo. Un cigarrillo sin apagar o mal apagado puede provocar un importante incendio y terminar en una catástrofe. Alrededor de 900 norteamericanos mueren cada año a causa de un incendio provocado por una colilla mal apagada. Pues, sí. Nuestro maligno enemigo se presenta de muy variadas formas, desde asesino lento y calculador hasta pirómano silencioso. El 29 de junio de 2004, el Estado de Nueva York aprobó una ley de cigarrillos antiincendios. Y usted se preguntará, ¿eso qué es lo qué es? Pues un pitillo que se, digamos, auto apaga si transcurren varios segundos sin que su propietario le propine una calada. Por lo visto, esta ley “obliga que los cigarrillos estén fabricados con un papel especial, más grueso y menos poroso, que hace que se apaguen si pasa cierto tiempo sin que el consumidor aspire una bocanada40”. Además, los fabricantes deben marcar su producto con un símbolo indicativo de esta espléndida medida, cuyo desacato puede ser multado con 1.000 dólares de aupa.
Resulta que desde 1994, los cuerpos de bomberos ya estaban exigiendo la entrada de una medida como la aprobada, la fabricación de cigarrillos con un tipo de papel más grueso que reduzca el contacto con el oxígeno, minimizando los peligros de su combustión. No se ría, pero una colilla mal apagada en el fondo de una papelera puede provocar un importante incendio, desencadenándose en una tragedia.

¡TE QUIERO, O.M.S.!
A continuación, querido lector, tengo el gusto de presentarle a mi querida, amada y prometida Organización Mundial de la Salud (OMS). Me enamoré perdidamente la primera vez que la escuché hablar. Ella es mi amor platónico. Me tiene en un sin vivir. ¿No me cree? Escuche y verá.
En diciembre de 2002, la OMS publicó un informe en el cuál se concluía que “respirar aire contaminado por humo de tabaco es causa de cáncer de pulmón, enfermedad cardiaca y pulmonar”. La Organización advertía que los trabajadores deben ser protegidos frente al humo del tabaco y que “la actual tecnología de ventilación se muestra ineficaz en su tarea de eliminar el humo circundante”, requiriendo la adopción de medidas legislativas para “proteger a los trabajadores de los efectos adversos del humo del tabaco”. Pero ahí no queda la cosa, ya que a consecuencia de este informe, las autoridades sanitarias propusieron a comienzos de 2004 una ley que prohibiera fumar en lugares de trabajo y centros de ocio, poniendo a salvo a los trabajadores. ¿Centros de ocio?, sí, o se ha olvidado que los camareros son trabajadores. Pues eso. En febrero de 2005, en Navarra estará completamente prohibido fumar en los espacios laborales cerrados donde trabajen dos o más personas, gracias a la Ley Foral 6/2003 del 14 de febrero de 2003. (El 14 de febrero, el día de los enamorados, OMS, I Love You). Ni que decir tiene que la Organización Mundial de la Salud es el enemigo a batir por las multinacionales del tabaco, las cuáles ingresan aproximadamente la escalofriante cantidad de 300.000 millones de dólares al año, vendiendo la no menos increíble cantidad de seis billones (con b) de cigarrillos en el mismo periodo de tiempo.
En mi opinión, el papel que ha jugado la OMS ha resultado ser clave en la lucha de los fumadores pasivos por su derecho a no respirar humo del tabaco, obligando a los gobiernos a dictar leyes que ya están comenzando a prohibir lo que hasta hace pocos años era un hábito totalmente aceptado en la sociedad, ciudadanos que pensaban que si una cajetilla contenía la palabra Light, el consumo resultaba ser menos nocivo que el tabaco, digamos, de “toda la vida”. De hecho, la poderosa Philip Morris se vio obligada a pagar 9.500 millones de dólares por ciertas campañas publicitarias, en donde se intentaba convencer a los fumadores que la etiqueta light era menos nociva que los productos de su catálogo oficial.
A pesar del tremendo arraigo que el consumo del tabaco tiene en España, la organización estimaba que en el año 2003, “al menos el 95% de los centros sanitarios, docentes y de la administración pública quedarían libres de humo”, medida que se extendería al resto de ámbitos públicos y lugares de trabajo y de atención pública en 2004 y 2005, respectivamente, finalizando en 2007, donde “al menos el 65% de la población española considerará que está protegida de la exposición al humo del tabaco”. En definitiva, que si no puede ser por las buenas será por las malas. Con la ley en la mano. Por otra parte, todas estas restricciones propiciarán que gran cantidad de fumadores y, sobre todo, fumadoras se planteen abandonar su hábito. Pero no, ellos siguen fumando y enriqueciendo al monstruo Altadis, sí, nuestra querida tabacalera, esa que cada vez que sube el precio de sus marcas, un huevo de gente se plantea abandonar el tabaco, pero sólo en los siguientes minutos después de haber escuchado la noticia, al día siguiente, tras varios minutos de charla con su estanquero habitual, todo vuelve a la normalidad.
¡Ah!, a propósito de subidas, a fecha del 16 de mayo de 2004 (última subida oficial), los precios de sus tres principales marcas de quedaban de la siguiente manera:

- Fortuna, 2,10 euros
- Ducados, 1,95 euros
- Nobel, 2,10 euros

De acuerdo, todavía no lleva bien lo del euro, no se preocupe, mire, Fortuna y Nobel lo está pagando a 350 pesetas y el Ducados a 325 pesetas. Y ahora, si piensa en lo que suele fumar usted a la semana y echa cuentas, seguro que se llevará un pequeño disgusto, ¿verdad?
Pues el resto de las marcas, Diana, Fine Gauloises y Brooklyn también subieron quince céntimos, al igual que BN, Habanos, Boncalo, Partagás y Sombra (Joer, no sabía que había tantas marcas, y eso que Winston y la del cowboy no están en la lista)41.

PHILIP MORRIS, EL MONSTRUO A ABATIR
Leyes, restricciones, denuncias, el cerco al tabaco cada vez está resultando ser más estrecho. ¿Cómo se defienden las tabaqueras frente al acoso de la evidencia? Huyendo de Occidente y buscando nuevos mercados, atacando a los más débiles, donde las subidas en los impuestos del tabaco y las primeras leyes para combatir este mal no supongan una importante pérdida de clientes en este lucrativo negocio.
Según contaba el diario ABC en un formidable reportaje publicado el 13 de junio de 2004, las grandes tabaqueras como Altadis o Philip Morris están planeando expandirse fuera de Estados Unidos y la Unión Europea y abrir nuevos mercados en China y África, para acercarse a sus futuros clientes. Si cree usted que en Estados Unidos y en Europa Occidental se consume mucho tabaco, entonces no tiene idea de en dónde incuba sus huevos el depredador. En el año 2003, el consumo de cigarrillos en Europa Occidental y en EEUU sumaba tan sólo el 26% del consumo mundial, mientras que la palma se la llevaban los países asiáticos y del Pacífico, con un total del 53%, tres puntos más que en 1990, mientras que la coalición occidental perdía cinco puntos durante la década de los noventa.
En una descarada estrategia por hacerse con los nuevos mercados asiáticos, dando la razón al último informe de la OMS en el cuál advertía de la relación entre tabaquismo y pobreza, certera acusación a la industria tabaquera, culpable de que el 84% de los fumadores vivan en países en desarrollo. Según demuestran diversos estudios, “la adición a la nicotina contribuye a que los más desfavorecidos se vean sumidos aún más en la pobreza, ya que gastan sus escasos ingresos en tabaco en lugar de necesidades esenciales42”. Según el diario, nuestra querida Altadis, que compró la tabaquera marroquí Régie de Tabacs, en 2003, tiene previsto desembarcar en el mercado ruso para principios de 2005, haciéndose con alguna infeliz tabaquera al igual que irrumpió en el mercado marroquí. Parece que la tabaquera hispano-francesa ha visto en el continente africano un suculento supermercado de la pobreza donde producir, distribuir y vender su letal mercancía, un cliente modelo al cuál ofrecer su mortífero placer.
Si no podemos con los ricos, vayamos a por los pobres. Que en Europa el acoso legal es cada vez más fuerte, huyamos y deslumbremos a los negritos con nuestro tramposo producto. ¿Quieren parecerse ustedes a los ricos blancos del norte que se mueven en coche junto a una rubia de bote? ¿Sí?, pues fumen, señores, compren nuestros cigarrillos mágicos y fúmenselos, verán como triunfarán, amigos, cada uno de ellos es un billete con destino al éxito, un boleto que les premiará con el status social, con el respeto y el reconocimiento. Nosotros nos quedamos con su laringe, su garganta y sus pulmones, y si usted es un buen consumidor, nos quedaremos también con la de sus seres queridos. ¡Hagan juego, señores!, ¡hagan juego! Participen en el divertido juego de la ruleta rusa. Veinte balas en cada tambor, veinte impactos directos a su cerebro.

Nuevamente, a los datos me remito: durante la década de los noventa, “el mercado mundial de cigarrillos creció sólo entre un 0’5% y un 1%, con retroceso de entre el 1% y el 2% en los países occidentales, aumentando en el resto del globo, debido al intenso crecimiento demográfico y a la mejora del nivel de vida en determinados países43”.
La constante disminución de ventas de cigarrillos en el mercado europeo y norteamericano ha sido el detonante que ha propiciado que las multinacionales que lideran tan atractivo mercado (léase Philip Morris, British American Tobbaco, Japan Tobacco, Imperial Tobacco Group y, por supuesto, Altadis) comiencen a facturar sus maletas y se muden a países como Nigeria, Turquía o Costa de Marfil.
A 13 de junio de 2004, la todopoderosa Phillip Morris cuenta con la friolera de 36 fábricas repartidas en todo el planeta más otras 34 que posee bajo licencia o contrato de fabricación, en cambio, tan sólo dos factorías se alzan dentro del territorio norteamericano. El gigante de esta gran industria está presente en América Central y Sudamérica, con factorías en México, Guatemala, Costa Rica, Ecuador, República Dominicana, Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina. En la nueva Europa de los veinticinco, la mítica marca Marlboro se produce en Holanda, República Checa, Suiza, Portugal, Alemania, Polonia, Suiza, Turquía, Lituania, Rumania y Ucrania, para finalizar, de momento, su expansión napoleónica en Rusia, Kazajstán, Malasia, Indonesia, Australia, Corea del Sur y Filipinas.
De momento, y debido al acoso que está sufriendo, la compañía no quiere desvelar el nombre de los países que en la actualidad se encuentran bajo el punto de mira de la multinacional, quién estará tanteando nuevos mercados en China y en el continente africano, cónclaves en donde el famoso cowboy aún no ha cabalgado. A diferencia de British American Tobacco (BAT), que ha apostado por introducirse en los países de la nueva Europa, el presidente de Phillip Morris International (PMI), André Calantzopoulos, está realizando un gran trabajo sin duda alguna, conquistando mercados tan importantes como el ruso, el turco y, más concretamente, el japonés, mostrando a los adolescentes nipones que no sólo basta con vestir a la última y crear nuevas tendencias, sino que la clave del éxito está en llevar un cigarrillo entre los dedos, igual que hacen sus idolatrados occidentales. Por su parte, produce escalofríos leer que 300 millones del total de los actuales fumadores asiáticos viven en China, un país con un gobierno que machaca a diario como una apisonadora los derechos más elementales del ciudadano, quien se muestra obsesionado por dejarse atrapar por las garras del lujo que viene de Occidente, entre cuyos tentáculos se encuentra, cómo no, el tabaco. Centrémonos en otra de las garras del monstruo, concretamente en su filial internacional PMI.
La historia de despropósitos de Phillip Morris es amplia y su afán por estar presente en todos los mercados la ha llevado incluso al contrabando, sí, como lo oye, al contrabando, a introducirse en los países europeos de forma masiva y de manera no oficial, esto es, declarando menos producto del que realmente llegaba a los estancos europeos. El 9 de julio de 2004, la Comisión Europea llegaba a un acuerdo con PMI en el cuál, ésta última se comprometía a pagar 1.250 millones de dólares (sobre 1.000 millones de euros) a la Unión Europea y a diversos países, entre ellos, España, a cambio de que Bruselas renunciaría a continuar con el litigio44”. Por lo visto, el pacto se cerró entre la comisaria de Presupuesto Michaele Schreyer y el avispado André Calantzopoulos con un acuerdo común en el cual, institución y empresa lucharán cogidas de la mano contra el fraude. A ver si entiendo bien, el acusado colaborará con el juez para que el primero no vuelva a delinquir. ¿Es eso? O sea, que el señor Calantzopoulos ayudará a la Unión Europea (UE) a que ésta vigile sus pasos y sus deseos de colar unos cuantos cartoncitos más de Chesterfield o de Marlboro en el mercado europeo, avisándola cuando se proponga hacerlo, proporcionando un camino más fácil para que se atrape a ella misma. No entiendo nada.
En realidad, si lo entiendo. La historia se remonta a finales de la década de los noventa, cuando la UE comenzó a detectar que en sus dominios entraban muchos millones de cartones de tabaco que los que oficialmente se declaraban. Nuestra UE, como cual Sherlock Holmes con pipa y lupa se tratase, investigó y decidió que la propia marca estaba implicada en este sucio asunto. Por supuesto, el señor PMI negó cualquier relación, rechazando las acusación de contrabandista que UE le lanzaba en una pequeña y oscura habitación a la luz de una destellante luz. Ambos, contrabandista y detective, decidieron llegar a un suculento pacto en el cual, el malo trabajará como confidente de la policía y podrá pagar su irrisoria multa en doce plazos anuales, de los cuales, la mitad se haría efectiva durante los tres primeros.
La sanción económica se colocó en el top de las principales multas de la comisaría de la Comisión Europea, desbancando a los casi 500 millones de euros que con que fue castigado el empollón de la clase, el señor Bill Gates y su Gran Hermano Microsoft, multa que también fue pactada en la oscura habitación y que, imaginando los ingresos anuales del gigante informático, habrá supuesto para el gafitas de su dueño quedarse después de clase escribiendo mil veces “no debo acaparar el mercado”. Parece ser que el astuto Calantzopoulos, quien por cierto también lleva gafas, argumentó que tan misterioso pacto “no supone el reconocimiento de culpabilidad ni de actuación irregular en el pasado. PMI se compromete a pagar los impuestos especiales (...) y cantidades adicionales si se superan determinadas cotas45”. Por su parte, la señora Schreyer dijo a los allí presentes que la victoria no se debía de medir por la cantidad, si no por la calidad, esto es, una recaudación de las arcas europeas conforme a los excesos de las grandes tabaqueras. Al final de la comparecencia, ambos fumaron la pipa de la paz a modo de acuerdo.
Cierto es que el contrabando de tabaco ha crecido de manera alarmante en los últimos años, en Inglaterra, por ejemplo, uno de cada tres cigarrillos consumidos en 2002 provenía del mercado negro. Con todo esto quiero decir que los que al final saldrán más perjudicados en toda esta historia son los agricultores que suman la cantidad de 600.000 en toda Europa, donde un gran porcentaje se sitúa en Extremadura y Andalucía46.

EL EJEMPLO NEOYORQUINO
A Estados Unidos se le puede culpar de cometer muchas barbaridades, de involucrarse en guerras ajenas y pretender exportar su cultura al resto del planeta a través de los medios de comunicación, presentándose como una sociedad idílica, donde el sueño americano aún es posible. En julio de 2004, el Senado de EEUU aprobó una ley por la que la Agencia de Fármacos y Alimentos (FDA) se hacía cargo de regular la venta del tabaco, distribución y publicidad, “pudiendo obligar a las tabacaleras a que revelen el contenido de su producto y las consecuencias sanitarias de su uso47”, incluso la ley aprobada ofrece la posibilidad de que los casi 400.000 agricultores puedan cambiar de cultivo en un plazo de diez años. Según esta ley, sólo el Gobierno podrá autorizar que una marca de tabaco pueda usar las engañosas etiquetas light y ultra light. Aunque la FDA no cuenta con la autoridad para prohibir el consumo del tabaco, sin que pase primero por el Congreso, ni tampoco puede etiquetarlo como droga, sí tiene el poder de reducir y eliminar distintos productos aditivos como la nicotina.
Thomas Payne, uno de los jefazos de R. J. Reynolds, tabacalera que tiene en la marca Winston su principal fuente de ingresos, declaró que las medidas que la FDA estaba autorizada a restringir, llevarían a un “tabaco con un sabor repulsivo que nadie querrá fumar48”. Eso es precisamente lo que se busca conseguir, señor Payne, eliminar los añadidos de laboratorio que son los que realmente provocan el consumo masivo en la población, extirpar los aditivos artificiales, el secreto del hábito.
El señor Payne debe de estar muy disgustado por las continuas demandas contra la industria del tabaco en Estados Unidos, hasta los congresistas por los estados de Kentucky, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur, Virginia o Tenessee se dieron cuenta del callejón sin salida al que están llegando las tabacalera. ¿Financiará los subsidios el Senado a través de subir los impuestos a los fabricantes o mediante el paulatino incremento del precio de las cajetillas? El norteamericano es un ejemplar único y contradictorio, capaz de permitir la venta de armas en grandes supermercados o de agruparse en un solo bloque y plantarle cara a un serio problema de salud, como es el caso de los neoyorquinos y su guerra contra el tabaco.
El 29 de junio de 2004, el Estado de Nueva York volvió a entrar nuevamente en la historia. Ese día, entró en vigor una ley que obliga a que “los cigarrillos se fabriquen con un papel especial, más grueso y menos poroso, que hace que se apaguen si pasa cierto tiempo sin que el consumidor aspire una bocanada49”. El objetivo que se pretendía conseguir con esta medida era claro: cada año mueren alrededor de 900 norteamericanos (60 en Nueva York), víctimas de incendios provocados por pitillos mal apagados o sin apagar. Estos nuevos cigarrillos se deberán poner a la venta junto a un signo o imagen informativo. Hasta mil dólares se podrá elevar la multa por el incumplimiento de esta nueva ley.

En abril de 2003, Michael Bloomberg, el carismático alcalde de la ciudad de Nueva York, prohibió el consumo del tabaco en cualquier local público, algo que, según muchos, está cambiando el carácter de la ciudad de los rascacielos. Como muy bien relató un reportaje firmado por Bárbara Celis y publicado en el suplemento dominical del diario El País, publicado el 25 de julio de 2004, dicha cruzada estuvo encabezada por “un hombre que gustaba de saborear puros en su despacho (...) un ex fumador reconvertido en cruzado antitabaco el firmó la ley”, aunque la historia se remontaba ocho años atrás, a 1995, cuando el anterior alcalde, Rudolph Giuliani aprobó la famosa Smoke-Free Air Act, considerada la primera ley que prohibía fumar en gran parte de los lugares públicos. De esa manera, los fumadores que se negaban a abandonar su hábito durante un espacio de tiempo sólo eran acogidos en los bares de copas y los restaurantes de menos de 35 asientos. Lo triste es que hay fumadores que prefieren fumar que comer, por lo que se conforman con un hot-dog y apalancarse en el banco de cualquier parque. Resulta divertidamente patético comprobar la acera de cualquier bar neoyorquino, adornada con infinidad de colillas dejadas ahí por los fumadores que cada media hora se ven obligados a realizar una corta escapada.
Parece ser que el consumo de cigarrillos es mayor en barrios y zonas periféricas como State Island, mientras que Manhattan ha reducido su consumo a un 18%.
Según informaba el artículo, en los casi 24.000 locales que en 2004 eran considerados públicos, colgaba el cartel de “no smoking” (no se lo traduzco porque deduzco que ya sabe su significado). De la urbe se pasó al estado y el héroe Bloomberg se atribuyó la salvación de 100.000 almas condenadas al maligno acto de inhalar humo. Para alcanzar tan merecida distinción, la Consejería de salud Pública del ayuntamiento neoyorquino se escudó en las continuas subidas del precio del tabaco (hasta 25 centavos cuesta un cigarrillo) y en la campaña de distribución gratuita de parches antitabaco, bien acogida por los ciudadanos. ¡Hasta 362 multas se impusieron por tener simplemente el cenicero a la vista! Es algo que en España causaría risa y hasta revuelo, multar al dueño de un restaurante por colocar en la barra o en las mesas ceniceros de cristal. Leyendo el artículo descubrimos que hasta el director de la revista Vanity Fair (sí, ya sabe, esa publicación que gusta de sacar a actrices y cantantes desnudas y embarazadas en su portada) fue denunciado por un anónimo o anónima por tener un cenicero en su despacho. ¡Se imagina!, tres inspectores acudieron a la sede de la revista, entraron en el despacho del jefazo y le colocaron ¡tres multas! A más de un director de las publicaciones de nuestro país me gustaría verle pagando una multa por decorar su mesa con un cenicero.
Como es de suponer, Carter utilizó Vanity Fair para despotricar contra la ley, donde aconsejaba al alcalde a apuntarse a un “curso urgente sobre la urbanidad de Nueva York y el pulso literario de una ciudad que alimentó el jazz, el punk y el modernismo”. El argumento del editor se apoyó en la crítica de otras leyes como dar de comer a las palomas, ocupar dos asientos en el metro, aunque ambos estén vacíos, y desplazarse en bicicleta sin colocar los pies sobre los pedales (cierto es que ésta última es un tanto ridícula). Señor Carter, para qué sirven las palomas sino es para comer y descargar sobre edificios, estatuas, coches y algunas cabezas de viandantes despreocupados (y sino que se lo digan a cualquiera que alguna vez se haya pasado por Trafalgar Square, donde ya no queda rastro del tenderete que vendía pienso para que los visitantes pudieran hacerse la fotos con las palomas londinenses).
O sea, que para el jefazo de Vanity Fair, la ciudad de Nueva York perdería encanto sin los clásicos humos que el visitante se encontraba si quería tomar una copa o disfrutar de una actuación en directo en alguno de los miles de locales que pueblan la gran urbe, o que se tendría que aguantar y mantenerse de pie si el borracho de turno decide dormir la mona en el acogedor vagón de metro.
Ni que decir tiene que propietarios de bares y locales nocturnos alzaron su voz, acusando a Bloomberg de despojar a Nueva York de su ambiente nocturno casi mítico y de su fama de ciudad tolerante. El caso es que la mayoría de ellos no pensó que la prohibición resultaría negativa para su negocio, pero los clientes decidieron acercarse a la vecina Nueva Jersey, donde la prohibición brilla por su ausencia. Por otra parte, muchos propietarios y barman tuvieron problemas al principio, debido a la adicción que les había causado el inhalar humo de manera pasiva. Los fumadores pasivos estuvieron de enhorabuena y muchos de ellos se atrevieron a denunciar a sus superiores, llegando a ganar juicios y a cobrar indemnizaciones. El reportaje finalizaba con la genial frase de una camarera: “yo no fumo menos. Fumo más deprisa”.

Y es que el tema de prohibir el consumo del tabaco en lugares de ocio está causando más de un dolor de cabeza, y no sólo al otro lado del Atlántico. Desde el 29 de mayo de 2004, todos los irlandeses y turistas que entren en cualquier pub para degustar una cerveza (o como gustan llamar, una pinta), deberán dejarse la cajetilla en casa. Irlanda fue el primer país del mundo que impuso la prohibición total de fumar en todos y cada uno de los lugares públicos, desde colegios a hospitales, pasando por bancos y por los locales más emblemáticos del país: el pub, situación que ha forzado a los dueños de los famosos locales a sacar sus mesas a la calle, transformado el pub irlandés en algo más cercano a lo que en España conocemos como terraza. Pero como el tiempo no acompaña, muchos clientes están huyendo (al igual que en Nueva York) a Irlanda del Norte, donde la prohibición aún no ha llegado. Lo cierto es que la ley se está cumpliendo en Irlanda: el 22 de julio de ese mismo año, Padraig Folan tuvo el dudoso honor de ser el primer multado por fumar en un pub. Resulta que el tal Folan regentaba un local llamado Ti Hanrai en la pequeña localidad de Lettermore, donde no es que diera precisamente ejemplo a sus clientes. El propietario fue condenado a pagar 1.200 euros, además de otros 500 por permitir que el cancerígeno humo reinara en su negocio.
Y es que si eres un personaje público no puedes dar mal ejemplo. Este señor seguramente era uno de los conciudadanos más respetados de la localidad, más que nada por la naturalidad con la que se saltaba la ley a la torera, y es que hay que dar ejemplo de civismo y acatamiento a las normas y no tomárselo a broma como profesor Ramón Tamames quien afirma que “dejar el tabaco es facilismo: yo ya lo he dejado treinta o cuarenta veces”. La afirmación se la realizó al periodista Lluis Amiguet y fue publicada en el libro Fumar Para Contarlo, una colección de entrevistas realizadas a cuarenta personajes públicos de la sociedad, la política y la cultura española. El libro contiene declaraciones para todos los gustos, brillantes como la del fallecido músico cubano Compay Segundo (“a la gente no la mata el tabaco; mata más el hastío”); ibéricas 100% como la del crítico Fernando Méndez Leite (“también son malos el chorizo, los huevos fritos y los riñones al jerez, pero me proporcionan tanta satisfacción que eso lo compensa todo”); crudas como la del escritor Fernando Sánchez Dragó (“el tabaquismo es una vergonzosa plaga social que pagamos todos”) o tristes como la del cantautor Luis Eduardo Aute (“tengo la plena convicción de que el tabaco es malo y que me perjudica, pero no puedo dejarlo, porque no puedo trabajar sin fumar y sin trabajar lo que no puedo es vivir”).
El libro recoge afirmaciones sinceras como la del director de cine José Luis Garci, quien confesaba que el acto de fumar le hacía convertirse en Bogart; increíbles como la del escritor José Manuel Fajardo que clamaba que los cinco o seis cigarrillos que consume al año los reparte en dos o tres noches. Por su parte, la reina de las novelas del corazón, Corín Tellado, mantuvo el consumo de cuatro cajetillas diarias durante treinta años. Pero sin duda alguna, la mejor de todas las sentencias se la lleva el maestro Joan Manuel Serrat, quien dejó el tabaco y se aferró a la vida ayudado por sus dos hijas, quienes también dejaron de fumar al mismo tiempo que su carismático padre.
¡Cuántos manuales que te ofrecen consejos para que consigas abandonar el hábito de fumar se han publicado! “Consiga dejar de fumar en 30 días”, “Es fácil dejar de fumar si se quiere” o simplemente “Manual para dejar de fumar”, son algunos de lo títulos más populares editados en las últimas décadas en nuestro país. Tanto las pequeñas como las medianas y grandes librerías españolas poseen una estantería especial, de esas con ruedas y que giran ciento ochenta grados a gusto del cliente, que exponen pequeños manuales de salud. Son breves pero escuetos compendios sobre temas como la Anorexia, la Bulimia, la Depresión y, por supuesto, el Tabaco. Los que tratan sobre el tema que nos compete, casi siempre resultan ser una colección de consejos sobre cómo dejar de fumar, advertencias que se apoyan en el número de fallecidos, tanto por el nocivo acto de fumar, como por su inhalación pasiva. Por otra parte, todos estos libros de bolsillo contienen esas tablas que informan sobre los cientos de elementos tóxicos y cancerígenos que un solo pitillo contiene: alquitrán, nicotina, amoniaco y no sé cuántas partículas malignas y añadidos de laboratorio. Muchos de ellos contienen formularios y test, donde nos invitan a dejar de fumar de manera simple, pero decidida. Sin embargo, he apreciado que en los últimos años, algunas editoriales modestas se han mostrado valientes y han publicado libros sobre el tabaco, cuyos autores han tomado el tema desde una perspectiva distinta, haciendo menos hincapié en datos y cifras y centrándose en temas menos complejos, arrimándose más a lo social. Uno de estas ediciones ha sido Fumar Para Contarlo, del que acabo de hacer una breve reseña y Todo Sobre El Tabaco. De Cristóbal Colón A Terenci Moix, escrito por el periodista Conrado Granado Vecino.
Excelente ensayo histórico que, ya desde su portada, nos invita a viajar por la historia del tabaco, desde su descubrimiento en las lejanas tierras del Nuevo Mundo hasta la muerte de Terenci Moix, fumador empedernido hasta la tumba. El autor estuvo investigando a lo largo de varios años sobre los vaivenes que, a lo largo de los últimos siglos, convirtieron a la inofensiva planta del tabaco en uno de los productos más consumidos por la Humanidad. Vecino da en el clavo cuando afirma que el hábito de fumar ya no es símbolo de madurez ni es privilegio de un cierto status social, al contrario, el cigarrillo se ha convertido en sinónimo de muerte y confrontación entre fumador y no fumador.
5.- LA MALA EDUCACIÓN (DEL FUMADOR)
En Irlanda ya se ponen multas si se fuma en un pub; en Nueva York, la última atracción turística se puede contemplar en las calles de la Gran Manzana, donde los fumadores se ven obligados a tomar el ascensor, bajar a la calle y encenderse el pitillo cual apestado se tratase y en Finlandia está completamente prohibido fumar en todos los medios de transporte. Todas son medidas que los gobiernos se están viendo obligados a aprobar debido, principalmente, a la mala educación de aquellos que fuman sin pensar que están causando una mortal molestia a las personas que tienen que compartir espacio con ellos, durante diez minutos o durante ocho horas, los siete días de la semana. Los fumadores son los únicos culpables de que cada vez se estén dictando leyes que restringen el consumo del tabaco en lugares públicos. En realidad, todos ellos saben que están molestando a no fumador, pero les da igual, les importa un comino si están fastidiando a su compañero de trabajo o a su compañera de viaje, no a ellos les importa bien poco si pisotean el derecho de su vecino de mesa, quien no ha podido reservar mesa en un restaurante donde el área reservada para no fumadores brilla por su ausencia.
Cuántas veces el jefe ha reunido a la plantilla en la sala de juntas y a los tres minutos, dicha habitación se ha convertido en una gigantesca célula cancerígena, donde los fumadores aprovechan esos diez minutos para tomar el mechero y el pitillo y ponerse rápidamente a fumar como si la vida les fuera en ello. Resulta gracioso si comienzas a observarles, son drogadictos que no pueden pasar ni cinco minuto sin fumar. Mi experiencia como comercial así me lo asegura. Si eres fumador y trabajas como teleoperador, tu adicción se incrementará en proporción directa a la presión ejercida por no alcanzar los mínimos exigidos por la subcontrata, quien a su vez se siente presionada por la empresa. En resumen, que si no te haces con el mínimo de clientes que tu superior te exige, quien a su vez, está presionado por su superior, tu único descanso durante la jornada laboral serán los minutos legales destinados al descanso, donde tu cajetilla de tabaco será tu única vía de escape.
Como ya he comentado anteriormente, mi experiencia laboral de los últimos años ha estado marcada por el estigma del fumador pasivo. Respirar humo de tabaco durante cinco horas al día, de Lunes a Viernes, en una habitación de unos cincuenta metros cuadrados, durante tan sólo mes y medio, me gratificó con sendas visitas a mi doctora y con un preparado realizado en la farmacia (nada barato, por cierto) para mantener mi garganta limpia de los componentes nocivos del humo circundante. Y todo ello en dos habitaciones comunicadas entre sí por un breve pasillo, donde la zona de comerciales se convertía en un auténtico fumadero, donde el gran jefe ostentaba la gran pipa de una manera dictatorial. Y todo ello en una revista que cada mes anima a sus lectores, todos ellos dentro de sesenta años para adelante, a llevar una vida sana y saludable, donde el ejercicio y los buenos hábitos les harían envejecer de una manera mucho más digna, vivir la última etapa de su vida con júbilo.
En cambio, puedo jactarme de haber trabajado en una publicación donde las grandes estrellas del Rock ocupaban su portada cada treinta días y ninguno de los miembros de la redacción fumaba. Gente joven que escribía sobre los excesos con las drogas que bandas míticas de los setenta como The Rolling Stones o Led Zeppelin solían cometer. Pero la más angustiosa de mis experiencias laborales la viví en una empresa dedicada a la emisión y recepción de llamadas de clientes, donde las condiciones de trabajo son dignas de incluirse en un manual sobre la mala gestión de empresa.
El trabajo de teleoperador es duro, eso lo sabe quien ha tenido que ejercerlo, ya fuera por motivos de supervivencia, de financiación de estudios o de simple y clara vocación. No hace falta ser un genio para darse cuenta que pasarse una media de siete horas al día con el auricular pegado a la oreja, atendiendo a clientes furiosos con un servicio defectuoso contratado tiempo atrás, o decididos a darse de baja de un producto que la empresa les prometió que sería de su agrado. Pero más duro resulta ejercer dicho trabajo desde perspectiva contraria, emitiendo llamadas con la finalidad de vender un producto que, en la mayoría de los casos, el futuro cliente no lo va a necesitar, ahí es cuando la presión incita a un mayor consumo de tabaco, el refugio de un trabajador estresado. Tres meses trabajando como teleoperador de emisión de llamadas me obligó a tomar mis descansos en las escaleras de servicio, huyendo de la diminuta sala destinada, tanto a los legales respiros de cinco minutos como la no menos legal intervalo para comer o merendar. Una diminuta habitación infectada de ceniza donde tus bocatas eran acompañados del agradable aroma del tabaco rubio.
¿Qué puede hacer un no fumador en ese ambiente si su herramienta de trabajo es la voz? Pues nada, tomar la determinación de salirse a las escaleras, depositar la bolsa de comida en el suelo, sentarse y rezar porque no le acompañe ningún fumador que aparezca de repente pegado a su teléfono móvil, llamando a su príncipe para comunicarle que ya no puede resistir más. ¿Cree usted que la prohibición total a finales de 2005 será un hecho o una fantasía? Creo que depende de la zona de España en la que uno resida y trabaje. En Madrid, los fumadores han estado campando a sus anchas en cualquier lugar, encendiendo cigarrillos junto a una señal de prohibición ubicada en zonas de transporte público, incluso subterráneas como las estaciones de metro. Y ya que hablamos del metro, hablemos del Metro de Madrid.

METRO DE MADRID: ZONA DE FUMADORES
Según la famosa Ley “Antibotellón”, la multa máxima por fumar en el suburbano es de 30.000 euros. Y en el metro de Madrid está prohibido fumar desde 1987. El artículo 31 del reglamento de viajeros cataloga como infracción “fumar o llevar el cigarro encendido en los vagones y en cualquier otra dependencia“. Según publicó el 16 de junio de 2004 el diario gratuito madrileño 20 Minutos, “Metro no da datos sobre el número de multas que se han puesto por ese motivo, y los sindicatos dudan que en estos 17 años de prohibición se haya puesto alguna”. Si acaso, la sanción no ha pasado de una simple advertencia, un recordatorio por parte de algún guardia de seguridad de que apague el pitillo, que dentro del metro no se puede fumar. Seguramente, para muchos fumadores e incluso, no fumadores, consumir tabaco dentro del suburbano, mientras que no sea en el interior de los vagones, no conlleva ni riesgos de salud ni peligro alguno, seguramente ignorantes de que en el Metro de Londres se prohíbe terminantemente fumar tras evaluar un informe que establecía que la causa del incendio de la estación de King’s Cross, en el que fallecieron 30 personas, fue ocasionado por una colilla. Señores, un incendio en una estación de metro puede convertirse en un pequeño infierno sin salida.
Durante el mes de junio de ese mismo año, 20 Minutos propuso a sus lectores que enviaran correos electrónicos con su opinión sobre la necesidad o no de poner multas por fumar en el metro de Madrid. El día 16 de ese mismo, mes, el diario afirmaba que a su redacción habían llegado en torno a 150 cartas con el deseo explícito de que la prohibición se haga efectiva, “al igual que ocurre ya en el suburbano de Barcelona porque está en juego su salud y su futuro”. De entre todos los correos recibidos –con doble dirección, una a la propia publicación y otra al departamento de prensa de Metro Madrid-, la mayoría de los lectores se quejaban de que, a pesar de la prohibición, “fumar en el metro está socialmente aceptado. Los fumadores no se cortan un pelo ni se molestan en disimular. Paradójicamente, cigarro en mano, pierden su mirada en los carteles de prohibido fumar como si fueran analfabetos y no entendieran las señales”. Por otra parte, incluso algunos usuarios del metro que fuman, se mostraban indignados ante la falta de control del continuo quebrantamiento de la ley de 1987, afirmando que “si ellos pueden aguantarse hasta llegar a la calle para disfrutar de un cigarro, los demás también deberían hacer lo mismo”. Algunos remitentes colocaban el la palestra a los trabajadores del metro, quienes “no sólo advierten a los usuarios que incumplen la normativa sino que ellos mismos la infringen constantemente”. Algunos usuarios animaban a la sanción económica: “si no les afecta al bolsillo, no harán ni caso. Deben ser multas elevadas para que sean disuasorias”. Y es que como siempre ocurre en este bendito país, hasta que no ocurre una catástrofe no se ponen los medios adecuados. Vamos, que tendrá que arder alguna de las estaciones para que se tome cartas en el asunto.
A continuación, les presento una selección de las mejores cartas publicadas por 20 Minutos durante las dos primeras semanas del mes de junio de 2004.

Una lectora que responde al nombre de Ariadna, recordaba las palabras de su médico: “No se te ocurra acercarte al humo, te puede crear una crisis y quedarte en el sitio. No sé cómo decirle a mi jefe que no voy al trabajo porque en el metro me asedian miles de terroristas que con una simple calada pretenden acabar con mi vida. Me tomaría por loca. Simplemente soy asmática”. Por su parte, Maite se mostraba radical, exigiendo ¡multas ya!: “Avisar por megafonía que a partir de una determinada fecha se empezará a multar a todo aquel que fume en los andenes y pasillos y que ¡quiten los ceniceros de toda la red!”. Bea apelaba a la propia autoridad: “No hacen falta las multas; si te molesta, díselo y no te calles; yo hace poco lo hice y os aseguro que pasó más vergüenza él que yo”. Jesús afirmaba que “debido a tener un trabajo donde debe tener contacto frecuente con europeos que viajan a Madrid, a éstos les llama mucho la atención la impunidad con la que incumplimos la prohibición de fumar en el metro y la actitud de los responsables da una idea de lo poco respetuosos que somos con nuestras normas”.
L. Castaño, se declaraba un gran fumador: “consumo dos cajetillas diarias, pero aún así, para mí lo primero es el respeto a los demás (...) y para conseguirlo tenemos que empezar por respetar a la gente”. E. Gutiérrez proponía la posibilidad de que los no fumadores “nos negásemos a pagar los viajes hasta que no se arreglase la situación”. Otra persona que sólo se identificaba con sus iniciales, levantaba la voz quejándose que sólo mencionaba a hombres como los únicos fumadores que acampan a sus anchas en la red del metro: “Las mujeres también fuman con el mismo descaro y falta de respeto. Pero claro, ellas son mujeres”. Por su parte, Yago se quejaba de que “Los guardias jurados me echaron del metro por ir con una perrita de seis kilos en una mochila, por no llevarla en un transportín homologado. Salí del metro sin rechistar. Pero que no te contesten luego que no pueden hacer nada a los infractores del tabaco”. Por su parte, Amparo recordaba que “no estaría de más que los mismos empleados del metro no nos ahumen a través de las ventanillas” y C. Rodríguez comentaba que “no estaría de más que por megafonía, igual que recuerdan que cuidemos nuestros bolsos, recuerden a los usuarios que está prohibido fumar”. Eloy advertía que “aunque si bien es cierto que hay viajeros con mala educación, muchos asocian el no fumar a hacerlo sólo dentro del vagón y no saben que la prohibición es en toda la red: vestíbulos, pasillos, andenes y escaleras”. Eloy relata que adquirió un billete en una de las ventanillas, a una taquillera que estaba fumando: “le pregunté si ellos podían fumar, y me dijo que sí, que ésa es su zona. Desconozco si eso es verdad y legal”, finalizaba el lector del diario.
Algunos lectores dudaban de que el Metro de Madrid fuera el mejor del mundo, mientras que otros demandaban que la prohibición se extendiese a la red de Cercanías. Nieves apuntaba que “la única forma para que los españoles hagan caso a alguna prohibición es poniendo multas...cuando les tocas el bolsillo, la cosa cambia”. Por su parte, Manuel elevaba la cifra de 30 euros: “Yo pondría 100 euros tranquilamente”. R. Esteban se preguntaba “qué hacen estancos en la red de Metro y quioscos de prensa que venden tabaco en un recinto en el que está prohibido fumar”. Esther parecía no comprender la adicción que crea el tabaco: “¿No pueden aguantar las ganas? ¿Qué pasaría si nadie se aguantara las ganas de nada? Cuando tengo ganas de aliviar mis necesidades fisiológicas, o me aguanto o me salgo del metro, no me meo en el andén”. Otros lectores, como Javier, les echaba en cara a los trabajadores de Metro y les animaba a “hacer algo más que comprobar que no se cuelen sin pagar”. A cerca de ese tema, Edgar apuntaba que “mientras que en Puerta de Arganda, los revisores ponen multas a todo viajero que se le olvida validar su billete en el andén para cambiar de zona por falta de información, multitud de personas, incluso el propio personal de Metro, fuma tranquilamente”.
Por su parte, Jesús, nos recordaba el incendio en el suburbano de Londres, provocado por un pitillo arrojado a las vías: “los túneles actuaron como corrientes de humo y decenas de personas murieron”. Alberto, que se declaraba fumador, se mostraba contarios a que se fume en el metro: “Estoy a favor de sanciones económicas fuertes para los que allí fumen, así como a los que fumen porros”. Alberto apelaba a la autoridad de la Policía Municipal ante la falta de competencia de la seguridad del Metro: “Nadie tiene derecho a jugar con la vida de los demás”, sentenciaba.
Luego estaba Miguel Ángel, fumador, que, cuando entra en el Metro de Madrid “observo que la gente sigue fumando como si estuvieran en la calle, me entra complejo de tonto porque me da la sensación de ser el único fumador que respeta la prohibición”. Chechu apelaba a la seriedad: “Ya tengo bastante con la falta de oxígeno que hay en las profundidades, como para tragarme el humo cancerígeno”; a Mónica no le hacía mucha gracia que “la gente se encienda un cigarrillo en las escaleras y nos ahume hasta que nos subimos al vagón” y Celia se preguntaba con asombro si “¿de verdad que los fumadores no pueden esperar a salir a la calle para encenderse el cigarrillo?”. Una fumadora que se identificaba como F., y que asegura que esperaba a salir a la calle para fumar, afirmaba que “no hay cosa que me moleste más que ir en las escaleras del metro tragándome el humo de cualquiera”, recordando que “no me gusta que se nos meta en el mismo saco a todos los fumadores”. Por su parte, Jaume animaba a todas las personas “que se sientan molestas por la gente que fuma en el metro a que pongan una reclamación en las oficinas de atención al cliente”. Jaume afirmaba que él lo había hecho.
Elisabeth, que tiene que sufrir a los fumadores en todas las instalaciones del Metro, afirmaba que “incluso tienen la poca consideración de encender su cigarro dentro del vagón cuando está a punto de descender”. Una persona que firmaba bajo E. F., contaba su caso: “En Ciudad Universitaria le pedí a unos vigilantes que le dijeran a unos chicos, que estaban en el andén fumando, que dejaran de hacerlo. Su respuesta fue que se lo dijera al personal de Metro, que ellos no podían hacer nada; que si les decían algo a los chicos universitarios, ellos se metían con los vigilantes y les insultaban”. A continuación, el desconocido lector se preguntaba si tienen miedo a eso “¿qué pasará cuando haya en el metro unos delincuentes?”.

Finalmente, el diario 20 Minutos publicaba para finalizar el mes de junio la crónica de un redactor que había recorrido el Metro con un cigarrillo en la boca sin que los vigilantes ni taquilleros apelaran su atención. Para finalizar este capítulo, les resumo el genial reportaje que comienza con la compra en taquilla de un bono de diez viajes:
“Un Metrobús, por favor”, dije mientras salía humo en todas las direcciones. “Ahí tienes”. Para asegurar que me ha visto vuelvo sobre mis pasos y pido un plano. En Callao me cruzo con un correligionario y en Gran Vía con tres. En Ópera, avisto dos vigilantes. Pitillo en mano, interrogo: “¿Para el tren?”. Ni pío del tabaco, ni él ni su compañero, que se limita a echar una fea mirada a mi zurda fumadora. En el andén que une la 10 y la 6 mato el tiempo contando colillas del suelo: 127. Llega el metro y un viajero que sale del mismo bate el registro de fumador compulsivo. Diez pasos, mechero, dos caladas y lo apaga para entrar al vagón de la 6. Ya son 128 colillas. Llego hasta Nuevos Ministerios con otra estrategia. Pregunto sin tabaco, y en medio de la respuesta, enciendo uno: “Sí, sí, la 6 te lleva a Cuatro Caminos”. “Adiós, adiós”. En el vestíbulo de Moncloa, mopa en mano, Carmen cuenta 30 pitillos pegados al trapo, y hace cuentas. Cinco veces al día, tres turnos, ... 450 filtros. “Sí, los empleados fuman en la taquilla”, se queja. Por fin, subo a superficie. Aquí ya nadie me prohíbe fumar...” finalizaba el artículo. Tan increíble como cierto.
El 7 de octubre de 2004, la prensa tanto local como nacional y gratuita publicaba que desde el 1 de febrero de 2005 no se podrá fumar en los trenes con recorrido inferior a cinco horas; para el gratuito 20 Minutos, “no se podrá encender un pitillo en ningún AVE, cercanías o regional. La medida afectará al 68% de los trenes de Grandes Líneas, 80.142 de 114.489 de esta unidad de negocio, según Renfe”. Por lo visto, los trabajadores y demás personal ya estaban recibiendo cursillos para atender casos de ansiedad. Seguramente no mucha gente sabría que “desde noviembre de 1999, un real decreto obligaba a reservar en los trenes un 64% de las plazas para no fumadores y separarlos de los fumadores”, apuntaba el diario. Yo siempre he preferido viajar en tren, siempre lo he preferido al autobús a pesar de que en este último está completamente prohibido, por supuesto siempre he pedido ticket de no fumador pero mis pocas experiencias con billete de fumador han sido nefastas y eso que compartía asientos con no fumadores que, al igual que yo, tenían que aguantar el humo del tabaco. Algunos fumadores se levantaban y se encendían el pitillo en el espacio que hay entre las dos puertas de subida y bajada, pero otros te deban el viajecito desde su propio asiento, en esas veces que estas leyendo el periódico, un libro o simplemente observando el paisaje y, de repente, te viene un olor a humo que te recuerda que estás en zona de fumadores.
Y, faltaría más, la ley antitabaco del Ministerio de Sanidad tuvo que crear multas tanto a la venta a menores de 18 años como al consumo y la publicidad del tabaco. Según el periódico gratuito, las infracciones muy graves podrían llegar al millón de euros para la venta a menores de 18 años o permitir que estos usen las máquinas expendedoras. Hasta 10.000 euros a quien permita fumar en lugares prohibidos y habilite zonas donde la gente pueda fumar en recintos exclusivos para no fumadores. Y hasta 600 euros, por ejemplo, a quien no coloque carteles de prohibición a menores en establecimientos de venta de tabaco. Por otra parte, febrero de 2005 será la fecha clave en la que se prohíba la publicidad de tabaco en cualquiera de sus formas: actos deportivos, culturales y musicales, en prensa y hasta en las tradicionales paradas de autobuses urbanos. Y por fin llegó la total prohibición de fumar, no sólo en el metro, sino en todas las instalaciones de la red de Metro Madrid, esto es: entrada, taquillas, escaleras, pasillos, andenes y hasta en las tiendas de prensa, en toda la red de metro.


¡MULTAS Y MÁS MULTAS!
El 29 de noviembre de 2004, las multas económicas por fumar en la red de metro entraron en vigor, con una cuantía mínima de 30 euros y una máxima de 516 euros, según una encuesta realizada entre los usuarios de la red según la cuál el 95% “reconocía su conocimiento de que no se podía fumar en el metro”, mientras que de ese mismo porcentaje, un 80% “apoyaba la implantación de medidas adicionales para que la norma se cumpliera”. Recuerdo los carteles que se distribuyeron por pasillos y andenes en los cuáles se mostraba, por ejemplo, a una pareja sentada esperando el vagón mientras la mujer está embarazada y el hombre está fumando o el otro cartel donde se veía a un anciano bajando por las escaleras mecánicas mientras que una joven situada justo encima de él, le da de fumar de su propio cigarrillo: “si fumas, estás obligando a que los demás también lo hagan”, era el lema que lucían los propios letreros. Además, en todas las entradas se ubicaron enormes ceniceros para que los fumadores apagaran sus cigarrillos una vez que hubieran cruzado las puertas de acceso. Recuerdo al principio, las primeras semanas, ver todavía gente –jóvenes en su mayor parte- fumar dentro del metro, en las escaleras, pasillos y andenes, hasta tirar la colilla a los raíles cuando el vagón ya había hecho entrada en el andén. La verdad es que todos o casi todos de los que siguieron fumando lo hacían como protesta por la prohibición bajo multa, pero también los había que siguieron fumando semanas después para que alguien, otro usuario, le dijera algo, le comentara que estaba prohibido o algo así, vamos, para provocar, ni más ni menos.
Y es que esto de las prohibiciones tiene lo suyo, hasta que a uno no le tocan el bolsillo no hay nada que hacer y en España menos todavía, donde una mayoría se salta las leyes a la torera: no se abrocha el cinturón de seguridad, se salta los pasos de cebra, pasa el semáforo cuando ya se ha puesto en rojo o fuma en colegios y hospitales. Por ejemplo, en el Reino Unido, ya desde finales de 2004, el anuncio del gobierno de Tony Blair sobre la prohibición de fumar en oficinas, cafés, espacios públicos cerrados, restaurantes e incluso en pubs que sirven comida, la Asociación Británica de Cerveceros y Propietarios de Pubs advirtió que gran cantidad de sus locales y establecimientos se negarán a servir comidas para evitar que su clientela fumadora deje de ir, ya que, según ellos, la venta de alcohol les proporciona más beneficios que la cocina.
Las navidades de ese mismo año trajeron el antiproyecto antitabaco a nuestro país la posibilidad de que a partir de 2006 la empresa que permita fumar en sus instalaciones o quien induzca al tabaco podrán ser castigados hasta con una multa de 10.000 euros. Según el diario El Mundo, 2006 será un año crucial y clave en la permisión de esta droga legal llamada Tabaco. ¿Quién es la responsable? La superministra de Sanidad Elena Salgado, quien presentó este antiproyecto en noviembre de 2004, se discutió unos días después en el Consejo Interterritorial de Salud: “a partir de 2006, se acabó el paquetito del bar, del videoclub, de la gasolinera o del todo a cien, sólo podrán vender tabaco las máquinas expendedoras y los estancos”.
El 22 de abril de 2004, la Unión Europea le dio un buen varapalo a la agricultura española. Según el diario El País, “los intereses agrícolas españoles sufrieron un duro golpe al quedarse aislados en tres sectores clave: aceite; algodón y tabaco. (...) la reforma de la UE prohibrá los incentivos al cultivo del tabaco a partir de 2010. España recurrirá el acuerdo”. Con esto, los quince “endurecen la lucha contra el tabaquismo”, mientras que el vicesecretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), Lorenzo Ramos alertó de “la desaparición de explotaciones, el abandono de cultivos y desalojo de zonas rurales que viven de estos cultivos y no tienen otras producciones alternativas”. Ramos afirmó que “en nuestro país hay 20.000 productores de tabaco y muchas comarcas del sur de España se verán abocadas a una situación complicada”. Mientras, para ASAJA, “la negociación aboca al algodón y al tabaco a la desaparición total”.
En 2001, España tuvo una subvención ciento quince millones de euros para el cultivo del Tabaco, hasta 2010 al menos el 40% de la subvención recibida hasta ahora quedará desvinculada de la cantidad producida y se recibirá como pago único a cada explotación agraria, mientras que desde ese mismo año, el 100% de la subvención quedará desvinculada de la cantidad producida y la mitad del dinero irá a programas de desarrollo rural, por lo que no es tan grave como lo presentan nuestros políticos y representantes agrarios. ¿O sí? Según la información, “España tiene garantizado cada año unos mil millones de euros en ayudas al olivar, cultivo rentable y en expansión (...) por otra parte, España rechazó el acuerdo del 65% de ayudas al algodón propuesto por Bruselas mientras que Grecia lo aceptaba. A nuestro país le pesaron mucho las casi 8.000 explotaciones de reducido tamaño casi todas concentradas en Andalucía”. Izquierda Unida advirtió que “las consecuencias sociales serán terribles en zonas que ya son desfavorecidas”.




CÓMO ACABAR CON EL TABACO
A esto hay que añadir que, según un estudio realizado en EEUU y publicado en la revista Tobacco Control, el hábito de fumar mató en el año 2.000 a cinco millones de personas en todo el mundo, repartidas a partes iguales tanto en los países industrializados como en los que están en vías de desarrollo. ¿La principal causa? La enfermedad cardiovascular, que acabó con la vida de más de un millón en las zonas industrializadas y 670.000 en los países en vías de desarrollo; en los países “ricos”, el motivo de fallecimiento fue el cáncer de pulmón y en los países “pobres”, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Estado Unidos fue la nación con más fallecimientos: 25% del total. Y es que ser fumador pasivo hoy en día supone mucho más que tragar humo y llegar a casa tosiendo y apestando a tabaco. En julio de 2004, el diario El Mundo publicó que un nuevo estudio “duplica el riesgo de infarto de los fumadores pasivos, aumentando entre un 50% y un 60% entre aquellas personas que soportan diariamente a fumadores a su lado. Cuanto más humo ambiental, mayor probabilidad de sufrir una enfermedad cardiaca”.
El estudio viene de British Medical Journal, que afirma que “probablemente la razón de debe a que en el pasado no se había tenido en cuenta todas las fuentes de humo de tabaco ambiental como los lugares de trabajo, bares y restaurantes, además de tener una pareja fumadora”. Por su parte, el International Journal Of Cancer reveló que el tabaco consumido durante la gestación de una mujer embarazada “puede ser responsable del desarrollo de tumores testiculares en los hijos, ya adultos”. Para la publicación, el tabaco reduce los niveles de hormonas del embarzo y retrasa el crecimiento del feto.
En la actualidad, la Comunidad de Madrid dispone de 16 dispensarios con la finalidad de ayudar a dejar de fumar a todo aquel que se acerque. Son centros de atención primaria y ciertamente especializada en donde se presta tratamiento terapéutico y farmacológico, además de ayuda psicológica. Según datos recogidos en 2003, el consumo del tabaco es ligeramente superior en hombres que en mujeres y el consumo en jóvenes de 15 y 16 años ha ido descendiendo a pesar de que el hábito está atrapando a más chicas que chicos, estando el tabaquismo más arraigado entre las personas con un nivel socioeconómico y educativo más bajo, donde las personas con menor nivel de estudios tienen una mayor probabilidad de fumar.
Un estudio de Sanidad publicado a finales de abril de 2005, afirmaba que “el 67% de los fumadores españoles quiere dejar el tabaco y que más del 74% de la población apoya la prohibición total de fumar en el trabajo”. El estudio, realizado entre finales de 2004 y principios de 2005, señala además que el 90% de los ciudadanos reconoce que el “humo ambiental del tabaco es prejudicial para la salud”, mientras que el 74’5% se muestra de acuerdo con que la legislación establezca la “prohibición total de fumar en los centros de trabajo”. El secretario general de Sanidad, Fernando Lamata destacó que el hábito de fumar no se cambia sólo con la ley, “es necesaria la voluntad de los fumadores por dejar el hábito”. Por su parte, el presidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, Rodrigo Córdoba apuntó que “el humo del tabaco es un 57% más contaminante en espacios cerrados que otras sustancias, además que el derecho a la salud del conjunto de los trabajadores se encuentra por encima de cualquier otro derecho individual de los fumadores, por una cuestión de salud pública”. Para Córdoba, “en España mueren como mínimo 4.000 personas al año como consecuencia de enfermedades derivadas del humo ambiental del tabaco”.
En mi opinión, España debería seguir el ejemplo irlandés: el ministro de Sanidad de Irlanda, Ray Mitchell ha reconocido que tras un año de cumplimiento de la nueva normativa, el 94% de los lugares de trabajo carece de humo ambiental del tabaco y el 98% de la población irlandesa se siente más seguro en sus centros de trabajo. El monóxido de carbono en bares y restaurantes de Irlanda ha disminuido un 45%.
Según publicaba la página web del diario El Mundo, en julio de 2005, el Ministerio de Sanidad, además de incluir mensajes más negativos y fuertes en las cajetillas de tabaco, iniciará una campaña a través de mensajes de móvil para intentar acabar con la imagen de modernidad que los jóvenes asocian con el hecho de fumar. Bajo el lema de “Pásalo”, la campaña con un presupuesto de 1,37 millones de euros quiere romper la idea de naturalidad y ausencia de peligro para la salud que los más jóvenes asocian con el hecho de fumar (la edad de inicio está en los 13 años, una de las más bajas de la Unión Europea).
Con “Pásalo”, la campaña gira en torno a los mensajes de móvil, algo muy extendido entre jóvenes y adolescentes, con el intercambio de frases publicitarias conocidas por casi todos como “todos contra el tabaco”, “el fumar se va a acabar” o “deja de fumar, redecora tu vida”. Elena Salgado, la ministra de sanidad, afirmó que los mensajes más negativos que el ministerio incluirá en las cajetillas de tabaco entren en vigor el 1 de enero de 2006.
Pero el domingo 3 de julio de 2005, el diario El País se desmarcaba con un reportaje sobre el decreto antitabaco, afirmando que los “expertos reconocen que el sistema sanitario español no está preparado para ayudar al fumador a dejar su hábito”. Según el reportaje, “una mujer entrada en los cuarenta confiesa ante un modesto auditorio que los mejores momentos de su vida han pasado ya, que es mejor morir más joven si a cambio puede disfrutar de unos años más fumando. La mujer tiene dudas: la felicidad depende del tabaco y sin tabaco sufre. En cambio, al lado está un hombre de 60 años que reconoce que ya no disfruta de las mañanas del sábado como antes, cuando acudía al despacho para adelantar trabajo, sabiendo que podía encenderse un cigarrillo sin molestar a nadie”. Estamos en una sesión de terapia donde la mayoría de los asistentes han dejado libremente dejar el hábito de fumar. Cuando acaba la sesión, todos ellos prometen no fumar en los próximos 15 días, algo difícil para el fumador que quiera dejarlo ya que el sistema sanitario no está preparado. Para antes de fin de año, el ministerio pondrá en marcha un teléfono de ayuda para infundir ánimos al fumador. España se incorporará a la lista de países sin humo, pero según los estudiosos, seis meses mínimo antes de entrar la prohibición se deberían establecer planes de ayuda efectivos al fumador, a quien se le presentarán tres posibilidades para dejar el vicio del tabaco: “incorporarse a un plan de ayuda en su empresa, si es que lo tiene; ir al médico de cabecera o ir al mercado a hacerse con milagros de dudosa eficacia”. Bueno, la fecha se acerca: el 1 de enero de 2006; los planes están preparados y la propaganda lista. Señores / as fumadores, ya pueden irse preparando.
¿Sabían que Baleares es la comunidad autónoma donde más se fuma? Pues sí, y además tanto en la venta de cigarrillos como en el papel de liar y el tabaco exclusivo de pipa, mientras que los habitantes de la comunidad gallega fue en 2004 la que menos dinero destinan al consumo del cigarrillo. Y a pesar del incremento que han experimentado las ventas de tabaco en los estancos de nuestro país entre 2004 y 2005, según el diario gratuito Qué!, de momento no hay una fecha determinada para la celebración de concursos que otorguen nuevas licencias de aperturas de estancos.
Tras Baleares, son los navarros, valencianos, catalanes y vascos los que más gastan en tabaco y productos derivados del tabaco. Según publicó el diario ABC el 6 de agosto de 2005, “el humo del tabaco multiplica el riesgo de síndrome metabólico en adolescentes” y cinco veces más probable en los fumadores pasivos que en los no expuestos. Según el periódico, esta patología aparece cuando en una persona se dan al menos tres de los siguientes indicadores: sobrepeso, alta tensión arterial, bajos índices de colesterol bueno, elevados niveles de triglicéridos y ciertos problemas para que el organismo utilice la insulina. Todo asociado al exceso de grasa corporal que conlleva diabetes y problemas de movilidad. El tabaco ejerce una mayor influencia en lo referente al problema del sobrepeso de los chavales norteamericanos. De ese modo, resulta creíble proteger a niños y adolescentes frente al tabaco y al humo indirecto, sobre todo si el sobrepeso se ha triplicado en las últimas dos décadas como ha ocurrido en Estados Unidos, por ejemplo.
El 24 de mayo de 2005, el diario 20 Minutos publicaba que ya existen empresas que están comenzando a ofrecer empleo sólo para no fumadores. Increíble pero cierto. Sí señor. Los primeros casos se estaban dando ya en España, una práctica cada vez más frecuente en Estados Unidos. Eso sí, los sindicatos como UGT afirma que realizar este tipo de exclusiones “vulnera el principio de no discriminación”, pero en breve, la nueva ley antitabaco obligará a que nadie fume en ningún centro de trabajo. Y es que incluso en EEUU, las empresas están obligando cada vez más a sus empleados a que abandonen el malicioso vicio, llegando al despido si consumen tabaco en su tiempo libre. Y es que una investigación que salió a la luz a finales de junio de 2004 y que fue publicada por el diario El Mundo, demostraba que el tabaco acorta en 10 años la vida de los fumadores. Y resultaba ser un estudio muy serio que había analizado la trayectoria médica de más de 34.000 hombres a lo largo de 50 años, el tiempo que ha transcurrido entre que un equipo de investigadores británicos descubrió el riesgo de cáncer de pulmón asociado al pitillo y el 22 de junio de 2004, cinco décadas después cuando estos investigadores presentaron su estudio pionero en la ciudad de Londres. Richard Doll, director del equipo que ahora cuenta con 90 años, y el resto de sus colegas empezaron a enviar cuestionarios periódicos a casi 35.000 médicos británicos hasta llegar al último, en 2001.
Según el estudio, la mayoría de fumadores morirán a causa de tumores y enfermedades pulmonares, sobre todo entre 35 y 69 años de edad. Basándose en estos resultados, el equipo avisa que este siglo traerá la escalofriante suma de mil millones de muertos por culpa del tabaco, si no comienza a abandonarse ese hábito. Por eso, las conclusiones más importantes a las que llegaron los investigadores fue que incluso entre los fumadores de mediana edad dejar el hábito resulta eficaz y que a edades más tempranas sería incluso mucho mejor.

LA LUCHA DE ROSA
Pero, ¿hay alguna manera de acabar con el consumo del tabaco de una vez por todas? Parece que ya hay remedios que parecen eficaces pero después de tantos años, tantos décadas, tantos siglos, la tarea va a resultar mucho más compleja y dura de lo que parece. Por ejemplo, el diario El País publicó el 14 de junio de 2004 una noticia con el siguiente titular: “Una reclamación de humo”, en la que se relataba la infructuosa lucha de una empleada de los propios juzgados de Plaza de Castilla para que se cumplan las leyes antitabaco. Por lo visto, Rosa, nuestra protagonista, dejó de fumar hace 11 años y ahora tiene 43 y ha luchado por su derecho a no respirar humo y la verdad es que no ha logrado a penas nada a pesar de haberse encomendado al Defensor del Pueblo.
Rosa es administrativa de los juzgados de Plaza de Castilla, en Madrid, por donde pasan a diario más de 6.000 personas y por donde se vela por el cumplimiento de la ley, salvo en lo que respecta al tabaco: “en las zonas comunes –pasillos, ascensores- fuma todo Cristo, fuma el público que entra, el personal de limpieza y hasta la Guardia Civil”. Una zona perfecta para que un no fumador se pase 7 ó 8 horas trabajando de Lunes a Viernes. Según Carmen Mora, la periodista que firma la información, “ella sabe, por antiguos decretos que no siempre se cumplen, que está prohibido fumar en los lugares públicos salvo que se habiliten zonas especiales para ello”. En diciembre de ese año, visto que las cosas seguían igual, la mujer trasladó sus quejas al Defensor del Pueblo: “Le expliqué que se estaba dañando mi integridad física, una razón por la que podré reclamar por vía penal si no se resuelve nada”.
Según sigue el artículo, la Consejería mandó inspeccionar el edificio, comprobando que “no había carteles informativos, que todo el mundo fumaba en los pasillos, que las ventanas eran estancas. Pero el expediente no fue sancionador, según sigue la noticia, porque se alcanzó un acuerdo para fumar sólo en determinados sitios”. Para Rosa, “por aquí pasa mucha gente que están esperando su juicio, tienen nervios...esto no es un centro público normal”. Pero el enfado de Rosa aumentó cuando el Defensor del Pueblo declaro que “la Consejería de Justicia le ha informado que hay carteles con la prohibición de fumar en lugares visibles y de que se procederá a poner una circular para recordarlo”.
Según finaliza el reportaje: “Rosa llegará hasta el final. Sólo trato de defender mis derechos”. Y no sé si Rosa lo consiguió, lo cierto es que en Estado Unidos, la todopoderosa multinacional del tabaco Philip Morris tuvo que pagar 1.250 millones de dólares (cerca de 1.000 millones de euros) a la Comisión Europea y a diez países europeos –entre ellos, España- a cambio de que Bruselas renuncie a los litigios abiertos. Es la penalización más alta impuesta por la Comisión. Y todo para luchar contra los cargos de contrabando a los que la empresa estaba penalizada a 10 de julio de 2004.
Según el reportaje, “Bruselas se lanzó a la guerra contra Philip Morris International en 2001 tras detectar que en la Unión Europea entraban varios millones de cajetillas de tabaco por encima de los declarados oficialmente”. El comunicado daba cuenta del acuerdo y de que había que llegar al final para saber “que se trataba de poner fin a todo litigio relativo al contrabando de cigarrillos”. Y es que la multa impuesta a Philip Morris es la mayor de los últimos diez años. Por ejemplo: también en 2004, Microsoft fue condenada a pagar cerca de 500.000 euros por abuso de posición dominante; en 2001, Hoffmann-La Roche tuvo que pagar 462 millones de euros por el cartel de las vitaminas y así, pasando por importantes empresas como Nintendo (por impedir la libre circulación de videojuegos); Volskwagen (por poner trabas a las ventas en terceros países, al igual que Mercedes Benz) o Tetra Pack, que en 1991 fue multada por abuso de posición dominante. Pero aunque la multa de Philip Morris fue la única pactada entre la UE y la propia empresa y fue destinado para el “posible uso contra la falsificación y contrabando”.

¿ESTAMOS PREPARADOS PARA DEJAR DE FUMAR?
¿Está el sistema sanitario español preparado para ayudar al fumador a dejar de fumar? Imagínense una sesión de terapia entre varias personas para dejar de fumar, todos dicen que lo dejarán pero sólo entre un 15% y un 40% logrará hacerlo. Ese es el panorama que se cierne sobre los casi 14 millones de fumadores que existen en España. A partir del 1 de enero de 2006, fumar estará prohibido por ley aunque dejar de hacerlo será un problema para muchos.
Según publicaba El País, el 3 de julio de 2005, cierto es que las autoridades sanitarias están realizando todo tipo de medidas preventivas para ayudar a los fumadores a dejar de fumar y la verdad es que la sociedad está asumiendo que los días de la tolerancia al tabaco y la intolerancia de los fumadores frente a los no fumadores están llegando a su fin. España se integrará a los países que han prohibido el humo. José María Carreras, del hospital Carlos III, de Madrid, afirmaba que “en 2005 no había una sola unidad de tabaquismo propiamente dicha en la Sanidad Pública Española”, afirmación corroborada por la presidenta de la Sociedad Española de Expertos en Tabaquismo.
En 1990, un 36 % de las empresas norteamericanas habían puesto en marcha entre sus empleados programas de ayuda para dejar el tabaco y algunas de ellas habían impuesto incentivos como horas libres o días de vacaciones para los que consigan dejar de fumar. La ley seca sobre el consumo del tabaco había llegado a Estados Unidos. Entretanto, al fumador español se le plantearán tres posibilidades si quiere abandonar el tabaco:
1.- Incorporarse a un plan de ayuda de la empresa
2.- Acudir al mercado donde le prometerán milagros de dudosa eficacia
3.- Acudir al médico de cabecera
El 1 de enero de 2006 significará una fecha histórica en la lucha contra el tabaquismo en nuestro país. Todo está casi preparado, pero ¿y el fumador, lo está?
En realidad, cada año dejan el tabaco más de medio millón de españoles pero casi la misma cantidad se engancha al malévolo cigarrillo. La persona que deja de fumar, debe dejar pasar dos semanas aproximadamente para olvidar las ganas de tomar un pitillo. Además, el tratamiento para dejar la droga cuesta igual que lo que el fumador consume en un mes, tomando como media una cajetilla diaria. Por su parte, se calcula que las mujeres engordan entre seis y ocho kilos, por eso su miedo a dejar el vicio del tabaco, que además, el 75 % de los fuma delante de sus hijos mientras que por parte de las madres es del 61 %.
La verdad es que fumar entre uno y cuatro cigarrillos diarios triplica el riesgo de trastornos graves y puede doblar y hasta triplicar el riesgo de morir a causa de una enfermedad coronaria o un cáncer de pulmón. Con el tabaco no vale que la cosa se tome con moderación como en otros vicios, el tabaco no juega con nadie, es un asunto muy serio y las dosis bajas también son peligrosas. En 1973, la industria tabaquera de Noruega afirmaba que “el consumo de unos pocos cigarrillos al día esté provocando un riesgo para la salud de las personas sanas”. Treinta años pero la moderación no está exenta de riesgo alguno.


DOCE FALSAS CREENCIAS SOBRE EL TABACO
En septiembre de 2005, el diario El Mundo publicaba una lista en su suplemento de Salud sobre las creencias que la mayoría de los fumadores tienen sobre el hábito de fumar y que en su mayoría suelen ser falsas. Según el periódico, un grupo de investigadores norteamericanos recogen, en The American Journal Of Public Health 12 falsos mitos que inducen al consumo del tabaco:
1.- La gente es libre de decidir si fuma o no
Sí claro, el ser humano es libre hasta para decidir cuándo se engancha a una droga y cuándo la deja. La industria del tabaco se asegura de que haya suficiente nicotina en cada cigarro para que los fumadores mantengan su adicción.
2.- Todo el mundo sabe lo malo que es fumar
Sí, por supuesto, no hace falta ser un Einstein para darse cuenta de que fumar es un hábito que te puede llevar a la tumba pero todavía hay grupos desinformados como en China, donde la falta de este conocimiento viene asociada a un altísimo índice de consumo. Por otra parte y según los expertos, las mujeres apenas son conscientes de los peligros que el inhalar humo acarrea a su sexo, como padecer cáncer cervical, menopausia temprana, abortos e infertilidad, principalmente.
3.- Unos pocos cigarros al día no hacen daño
Hay que saber que el cáncer de pulmón sí guarda relación con la dosis; y a más cigarrillos fumados, mayor riesgo de padecer este tipo de cáncer. Pero otras enfermedades como las cardiovasculares, la probabilidad de sufrirlas aumenta aunque se consuman bajas cantidades de cigarrillos.
4.- Los cigarrillos “light” son menos dañinos
No, se equivoca usted, pero son tan peligrosos y dañinos como el resto, aunque sí pueden llevar menos nicotina y alquitrán, pero los consumidores fuman más e inhalan el humo de manera más profunda.
5.- Si quieres es fácil dejarlo
Sí, por supuesto que se puede dejar pero no es algo sencillo. El trabajo presentado asemeja la adicción de la nicotina con la del alcohol, la cocaína y la heroína, ahí es nada.
6.- Los medicamentos específicos no funcionan
7.- Un fumador será siempre un fumador
8.- Los fumadores sólo pierden dos años de vida
No fumar alarga la vida pero los fumadores llegan a perder una media de 14 años de vida.
9.- El tabaco ambiental no mata
De eso nada: treinta minutos de exposición pasiva al humo del tabaco son suficientes para que el sistema circulatorio del no fumador funcione como el del fumador.
10.- El problema del tabaco ya está solucionado
Sí, hombre, que te lo has creído tú. Alrededor de 1.300 millones de personas son fumadores y, a no ser que se actúe rápido, unos 1.000 millones morirán este siglo de causas relacionadas con este maldito depredador.
11.- El tabaco es bueno para la economía
12.- La industria ya no se dirige a los jóvenes
Ya, seguro. La mayor parte de jovenzuelos que se inician en el tabaco tienen entre 12 y 17 años de edad y los fabricantes, al ser conscientes de ello, se dirigen a los más jóvenes (regalos como camisetas o gorras).

Todo esto, unido a una nueva subida de los impuestos del tabaco y el alcohol, está propiciando que cada vez haya más gente que abandone el hábito. Y todo para cubrir el déficit sanitario, algo que implica una media de diez céntimos por cajetilla de tabaco, como por ejemplo la cajetilla de Fortuna, que pasa de 2,20 a 2,30 € o la de Marlboro, que hace lo mismo pero esta vez de 2,75 a 2,90 €. El texto justifica que la subida incide sobre productos cuyo consumo puede ser nocivo para la salud y, por tanto, generadores de gasto sanitario. Ahí está la cuestión: por qué una persona que no ha fumado en su vida, tiene que pagar el gasto médico de otra que lleva fumando desde los 15 años.

Direcciones de Internet útiles para dejar de fumar:
Fumar es aún la causa de muerte, cada día, de 10.000 personas y del Día Mundial Sin Tabaco se encarga la Coalition For World No Tobacco Day en: www.worldnotobaccoday.com
www.tobacco.org recopila información y argumentos por países, organizaciones y asuntos legales sobre el tema.
Ya en español, Diario Médico sacó a la red un especial Día Mundial Sin Tabaco, con estudios importantes como las madres fumadoras en : www.diariomedico.com/grandeshit/tabaco Y en la web www.fumerias.com asegura contener todo sobre el tabaco.
Mientras, en la web www.dejar-de-fumar.com , página bilingüe que desarrolla un programa de ocho semanas para conseguir dejar de fumar o también es posible conseguirlo en la página web www.sintabaco.org donde su dueño cuenta cómo consiguió dejarlo. Finalmente está la web de Fumadores Por La Tolerancia, la cuál la encontramos en www.clubfumadores.org (tan tolerantes tenemos que ser con ellos como ellos lo han sido con los no fumadores).
El Miércoles, 23 de junio de 2004, el diario El Mundo publicaba que “Una investigación demostraba que el tabaco acortaba 10 años la vida de los fumadores”. Según el estudio, que analizó la trayectoria médica de más de 34.000 pacientes a lo largo de 50 años, prueba que dejar el hábito de fumar a cualquier edad reduce el riesgo de mortalidad. Por lo visto, el consumo persistente de cigarrillos es más peligroso de lo que se había publicado en estudios anteriores. Los que continúan fumando acortan su vida en diez años. En 1951, Richard Doll y otros epidemiólogos de la Universidad de Oxford comenzaron a enviar cuestionarios periódicos a casi 35.000 médicos británicos.
Para Doll, “esto no quiere decir que todos los adictos al tabaco morirán una década antes de lo que lo habrían hecho, algunos no fallecerán por su hábito, pero en torno a la mitad si lo hará, la mayoría fallecerá a causa de tumores.
Por otra parte, “mientras que en los últimos 50 años ha aumentado la esperanza de vida entre los que fuman”, sigue el artículo, “ha habido un progresivo crecimiento de los efectos del tabaquismo”. Los autores afirman que durante este siglo “habrá mil millones de muertos por culpa del tabaco, a menos que haya un amplio abandono del hábito”.
Además, algunas empresas en España comienzan a ofrecer empleo sólo para no fumadores, algo que cada vez es más frecuente en Estados Unidos. Los sindicatos afirman que se vulnera el principio de no discriminación, algo que considero una soberana tontería, porque la empresa es del empresario.
Creo, en mi opinión y en la de Carlos Cobos, director de comunicación de Creyf´s, compañía de recursos humanos, que “una empresa excluya a fumadores de su proceso de selección es una práctica cada vez más frecuente, sobre todo en los puestos de atención al público. Un fin de semana de mayo de 2005, en la prensa nacional se vio publicado una oferta de trabajo de la empresa AMC, una asociación de fabricantes de muebles de cocina, donde se explicaba que el único requisito es que “ninguno de la empresa fuma y no queremos aquí a nadie con ansiedad”. Sí, qué pasa, es una característica más del puesto de trabajo, ¿o no? En 2006, cuando no se pueda fumar en ninguna empresa, por muy grande que sea, ya veremos los empresarios que hacen. La patronal afirma que “el coste de la pausa para fumar sería de 2.200 euros por año y empleado”, fumador, por supuesto.
El 10 de mayo de ese mismo año, el gobierno valenciano retiró una cláusula que excluía a los fumadores de una beca de investigación, bueno, la verdad es que tampoco hay que pasarse, ¿no cree?

LA PROHIBICIÓN TOTAL DE FUMAR EN LOS CENTROS DE TRABAJO
La Ley 28/2005 de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo, pasa a enunciar una serie de lugares o espacios en los que “se prohíbe totalmente fumar”, además de en aquellos lugares definidos en la normativa de las Comunidades Autónomas.
Así comienza el capítulo II del libro titulado: “El tabaco en los centros de trabajo” (Wolters Kluwer España, S.A., Cuatrecasas y Recoletos Grupo de Comunicación, S.A., 2006), no obstante, “el artículo 7 puede eliminar la eliminación de la posibilidad de fumar en espacios al aire libre en centros de trabajo”. Y así sigue. “La prohibición se refiere al mismo acto de fumar, no estando incluidos otros productos del tabaco como los destinados a ser inhalados, chupados o masticados”. De todas formas, no creo que ningún español se dedique a chupar o masticar tabaco mientras trabaja.
En principio, lo más relevante del apartado 7 es “allí donde se establece que se prohíbe totalmente fumar en centros de trabajo públicos o privados, salvos en los espacios al aire libre. Entonces, “un lugar de trabajo cerrado en el que se dé la convivencia simultánea de trabajadores ha de ser considerado como zona de prohibición del consumo del tabaco por el efecto negativo en que en los fumadores pasivos produce la actividad de inhalar humo”. De todas formas, “uno de los argumentos que más se han utilizado en las experiencias comparadas para prohibir fumar en los espacios al aire libre del centro de trabajo es similar al utilizado con relación a la sala de fumadores, como es la difícil gestión del tiempo a utilizar en el desplazamiento hacia el aire libre y la permanencia en el mismo”. Por ejemplo, hace unos días, estuve esperando en la entrada de un gran edificio de empresas y compañías y cada dos por tres, salía gente a fumar, charlar y reír. No sé de cuánto tiempo disponían, pero puedo asegurar que cada uno se tiraba más de diez minutos.
Pero la prohibición total de fumar se daría y, de hecho, se da, en los espacios cerrados en los centros de trabajo. De todas formas, “no resulta ser una obligación para el propio empresario de que deba dejar espacios si no los hay y, sobre todo, de que, existiendo dichos espacios, deba permitir su uso para el consumo del tabaco”. Además, la disponibilidad de las empresas para permitir que sus empleados fumen en espacios al aire libre no es que sea muy excesiva. También puede ocurrir y, de hecho, ocurre, que gran parte del centro de trabajo esté al aire libre, algo que a medida que se vaya construyendo pasará a ser considerado como espacio cerrado.
Entonces llegamos a dos situaciones que suscitan dudas:
1) La entrada o lugar de acceso al trabajo.
Puede haber un conflicto de intereses en este supuesto, ya que, la empresa puede estar interesada, por el tema de la imagen que den a sus clientes, en no tener una forma continua de sus trabajadores fumando en los lugares de acceso.
2) Lugares comunes en edificios compartidos.
Tales como escaleras, aseos o corredores respecto a los cuales, el empresario no tiene un poder de disposición pleno por pertenecer total o parcialmente a un tercero. La prohibición del hábito del tabaco en estos lugares también debe ser total, ya que la transmisión de humo a estos lugares será frecuente. En fin, de una interpretación literal y sistemática, la respuesta parece ser la contemplación de la prohibición de fumar desde la perspectiva del centro de trabajo en sí, pero en relación también con sus trabajadores. En el sentido de que, respecto a las eventuales zonas habilitadas para fumar o en los establecimientos en los que por su menor dimensión, se permita fumar, tal permisión lo es respecto a clientes y usuarios, pero no respecto a los trabajadores, que siguen siendo regidos por el artículo 7 y sólo pueden fumar en espacios de aire libre.
También se extiende la prohibición de fumar a los denominados “vehículos de transporte de la empresa”, así como todos los vehículos de la empresa que sirvan para transportar mercancías o productos de la misma. Finalmente, se prohíbe fumar a todas las personas que estén o transiten por el recinto del centro de trabajo sea cual sea el título jurídico en virtud del cual se hallen en tal centro. Por tanto, se aplica a cualquier tipo de trabajador, a todo tipo de persona con vinculación civil o mercantil de prestación de servicios a los clientes, proveedores o trabajadores de subcontratas. Entonces, “la responsabilidad administrativa que arbitra la Ley se refiere a los titulares de los establecimientos en los que se cometa la infracción, esto es, la empresa principal”. Abarca a todos los trabajadores de la empresa, sea cual sea su nivel de mando, en todo el ámbito temporal durante las 24 horas del día y los 365 días del año, sean días laborales o festivos.
Por último, estarán incluidos en la prohibición determinados lugares de la empresa dedicados a actividades distintas a la estricta de prestación de servicios tales como comedores, vestidores, restaurantes o áreas de descanso.



HABILITACIÓN DE ZONAS PARA FUMADORES
Bueno, y ahora pasamos a esas zonas tan preciadas por los fumadores, a esos vestíbulos tan añorados los fumadores en los restaurantes y ahora, en las empresas. Uno de los contenidos que más críticas ha suscitado a todos los niveles ha sido “la posible habilitación o no de zonas para fumadores en determinados ámbitos”.
Si seguimos leyendo el libro del “El Tabaco En Los Centros De Trabajo”, “la opción asumida por la Ley 28/2005 consiste en la prohibición total de fumar en los centros de trabajo, con la posibilidad de habilitar espacios para los trabajadores fumadores, o sea, fumar sólo al aire libre”. Como veremos, “todos los ámbitos en que pueden habilitarse zonas para fumadores son, a su vez, centros de trabajo y para los trabajadores estará totalmente prohibido fumar salvo en los espacios del aire libre, en cambio, se podrán habilitar espacios para fumadores destinados a clientes o visitantes donde estarán presentes los propios trabajadores”. Se deben limitar claramente los ámbitos en que es posible habilitar espacios para fumadores. Por lo tanto, “en todos los casos en que no fuera posible dotar a las zonas de fumadores de los requisitos exigidos, se mantendrá la prohibición de fumar en toda la zona o espacio”. Por ejemplo, si el dueño de un bar-restaurante está habilitado para establecer en su negocio una zona para clientes fumadores y no está obligado a ello, si opta por hacerlo, la prohibición afectará a todo el establecimiento. La Ley no limita el número de espacios destinados a personas que fumen en un local o bar.
Por otra parte, y según comenta el artículo 8.3, “está prohibida la presencia en dichos espacios de menores de 16 años, con independencia de que estén o no acompañados de sus padres, ni tampoco podrán estar presentes en dichas zonas las mujeres trabajadoras que se encuentren embarazadas (¡toma ya!).
Sólo estarán habilitadas dichas zonas para clientes y visitantes, no para empleados, término este último destinado a las personas que no mantengan actividad laboral alguna con la empresa o el establecimiento. Los lugares donde se puede habilitar espacios para fumadores son “espacios públicos compartidos, destinados al ocio o al descanso y en los que van a coincidir tanto fumadores como no fumadores (hoteles, cines, teatros, salas de fiesta,...).
“Para hoteles y hostales, la ley prevé también la posibilidad de reservar hasta un 30% de las habitaciones para los huéspedes fumadores. Además, los trabajadores de estos establecimientos podrían fumar en espacios al aire libre, con toda la problemática que ello supone. Por su parte, bares y restaurantes con una superficie útil destinada a clientes igual o superior a 100 metros cuadrados, salvo que se hallen ubicados en el interior de dependencias en los que se prohíba fumar”, según sigue afirmando el libro.
“En el caso de bares, restaurantes y demás establecimientos de hostelería situados en el interior de un centro comercial cerrado”, continúa el libro, “se deben distinguir varios supuestos:
a) Si no se encuentra separado del resto de las dependencias, rige la prohibición total de fumar y no será posible habilitar espacios para clientes fumadores.
b) Si se está separando físicamente del resto de las dependencias, sólo se podrán habilitar zonas de fumadores si el establecimiento tiene una superficie útil destinada a clientes igual o superior a 100 metros cuadrados.
c) Si el establecimiento está separado del resto de las dependencias y tiene una superficie útil destinada a clientes inferior a 100 metros cuadrados, no se podrán habilitar zonas para fumadores”.
Siempre se regirá la prohibición de fumar cuando no exista elección en el local.

d) En cambio, en bares y restaurantes ubicados al aire libre, no rige ninguna prohibición, sin tener en cuenta la dimensión, y se podrá fumar sin necesidad de habilitar zonas para fumadores y para no fumadores (lo siento, pero el tema es así).
e) Con la excepción de los centros comerciales –según sigue el libro-, está prohibido fumar en bares, restaurantes y demás establecimientos de hostelería cerrados que se hallen ubicados en el interior de centros en los que se prohíbe fumar de acuerdo con lo previsto en el art. 7 Ley 28/2005”.



LA FIGURA DEL FUMADOR PASIVO
El fumador pasivo es aquella persona que, pese a no ser fumadora, aspira este humo. El humo que inhala el fumador pasivo es el de la corriente secundaria, que contiene hasta tres veces más nicotina y alquitrán que la corriente principal que aspira el fumador y unas cinco veces más de monóxido de carbono. Un fumador pasivo expuesto al humo de tabaco durante una hora, inhala una cantidad equivalente a 2 y 3 cigarrillos. Un fumador pasivo tiene un 30% más de riesgo de padecer una enfermedad coronaria y cáncer de pulmón. Los hijos de padres fumadores tienen mayor riesgo de padecer asma, infecciones respiratorias, otitis, catarros frecuentes, tos persistente, etc. En la mujer el tabaco reduce la fertilidad, tiene mayor riesgo de tener abortos prematuros y espontáneos, produce hemorragias durante el embarazo y produce bajo peso al nacer en los recién nacidos con mayor riesgo de padecer muerte súbita del lactante. En la actualidad se acepta un incremento del 25% al 30% en el riesgo de enfermedades cardiovasculares para los fumadores pasivos y del 20% para el cáncer de pulmón. De hecho, la inhalación pasiva del humo del tabaco está formalmente incluida dentro de los factores que originan cáncer y está demostrada también su fuerte asociación con enfermedades respiratorias como la bronquitis crónica y el asma.
El editorial que acompaña al artículo, ambos publicados en el British Medical Journal, reconoce los problemas derivados de extraer datos epidemiológicos de este tipo a partir de meta-análisis y la posibilidad de que se haya sobreestimado el efecto nocivo del consumo pasivo de tabaco. Y es que es francamente impreciso cuantificar la inhalación pasiva de humo (se utiliza clásicamente a los cónyuges no fumadores de los que fuman). La comunidad médica establece que la exposición al humo de una hora equivale a fumarse tres pitillos.
En España, el 12% de los no fumadores son fumadores pasivos de hasta ocho horas al día, y cerca de un 40% está expuesto al humo al menos una hora diaria. Al fumar un cigarrillo se liberan en el ambiente dos tipos de humo: el que exhala el fumador y el que se desprende de la punta del cigarrillo entre calada y calada. A diferencia del primero, que está filtrado por los pulmones del fumador y por el filtro del cigarrillo, el segundo contiene una mayor concentración de sustancias nocivas (nicotina, alquitrán, sustancias cancerígenas e irritantes, etc...) al no estar sometido a ningún tipo de filtro. El humo circundante del tabaco, que está constituido en un 90% por gases y en un 10% por partículas sólidas, aunque diluido en el ambiente, puede ocasionar daños en la salud del fumador pasivo, si éste se ve obligado a respirarlo durante muchas horas al día. Los sistemas de ventilación artificial no son suficientes para eliminar el humo del tabaco, ya que en la mayoría de los casos vuelven a poner en circulación entre un 80 y un 90% del aire contaminado.

EL ÚLTIMO CIGARRILLO
Dejar el tabaco cuesta, y mucho, pero esté seguro que merece la pena. La mayoría de quienes fuman (alrededor de un 31% de la población) lo ha intentado alguna vez, sí, ha intentado dejar de fumar. El Ministerio de Sanidad publicó el pasado mes de julio de 2005 una guía gratuita (señores, gratuita) para conseguir el abandono total del hábito de fumar. Se han impreso nada más y nada menos que cuatro millones de ejemplares que se repartirán en centros de atención primaria.
Un breve resumen de dicha guía quedaría de la siguiente manera:
1.- Reconocer la adicción: se ofrece una tabla que calcula cuántas veces un fumador se lleva un pitillo a la boca. Además, por medio de un sistema de preguntas, se puede identificar el tipo de adicción (siempre que el fumador diga la verdad), mientras que otra tabla permite evaluar la intensidad de la adicción.
2.- El fumador debe ser consciente de lo que va a ganar, de las ventajas que va a tener si deja el tabaco: salud, calidad de vida,...
3.- Por otra parte, también se da falta de voluntad, miedo al fracaso, temor a engordar.
4.- No se debe intentar dejar de fumar sin estar completamente convencido, por lo que mejor es realizar una lista con los motivos a favor y en contra.
5.- El día escogido debe ser inaplazable y se recomienda controlar 15 días antes lo que se fuma y las circunstancias en que se fumó.
6.- Se aconseja cambiar las rutinas, busque algo para tener las manos ocupadas (bolígrafos, llaveros,...) además de sustitutivos (chicles, caramelos,...).
7.- La mayoría de las veces, las ganas de fumar vienen de juntarte con amigos y compañeros que fuman, dígales que no le ofrezcan tabaco, que ha dejado o está dejando de fumar.
8.- Saque fuera de su alrededor mecheros y ceniceros, a la basura, como suena y limpie las tapicerías de su casa y de su coche para que no huelan a humo, sí, para que no huelan a humo.
9.- Vaya poco a poco, no piense desde el primer día que ya, jamás va a volver a fumar. Bebe agua y zumos ya que eliminan la nicotina.
10.- Si le ha resultado fácil, no se desanime, amigo y si, por el contrario, nota malestar, tampoco se desanime, no lo haga. En dos días se elimina la nicotina, al tercer día, los bronquios se relajan y al cabo de un año, el riesgo de muerte súbita se reduce a la mitad. Y lo mejor de todo: que ahorra dinero, “¿es que no lo ve?”.

Todo esto es importante, porque fumar entre uno y cuatro cigarrillos triplica el riesgo de trastornos graves, ya que podría triplicar el riesgo de morir por una enfermedad coronaria o un cáncer de pulmón. Los datos recientes encontrados en la revista Tobacco Control reflejan que las bajas dosis también son peligrosas: “en ambos sexos, los consumidores moderados presentaron tasas de mortalidad más altas que los que nunca han consumido”.
En cambio, la mujeres presentaron unas menores tasas de mortalidad que los hombres en todos los grupos. Más de 30 años después, son muchas las personas que creen que el consumo moderado no conlleva peligro alguno. Además, en un estudio publicado en el International Journal Of Cancer, ha revelado que el tabaco consumido durante la gestación puede ser responsable del desarrollo de tumores testiculares en los hijos, ya adultos, de estas madres fumadoras. El tabaco reduce los niveles de hormonas del embarazo y hace disminuir la sangre circulante en la placenta, retrasando el crecimiento del feto, lo cual podría explicar la relación descubierta.
Elevar la fiscalidad es uno de los principales argumentos sanitarios para limitar el acceso al tabaco, mientras que la industria advierte al Gobierno de que el contrabando volverá si se encarece el precio de sus productos. Bajo el título de “Guerra De Precios”, el diario El País publicaba el 14 de junio de 2005 que “el aumento drástico del impuesto del tabaco y la reducción de puntos de venta se presentan como armas decisivas contra el consumo. Pero el contrabando acecha”. En una valoración que hacía el periódico del primer cuatrimestre de 2005 con el de 2004, la venta de cajetillas de tabaco disminuía en la mayoría de provincias excepto en Navarra, Guadalajara, Tarragona, Lleida, Girona, Almería y Málaga, en donde crecía, no mucho, pero sí en Girona (+ 15,64) y Lleida (+ 20,79). Por su parte, mientras que en Madrid, Barcelona y Valladolid, el consumo de cajetillas durante el primer cuatrimestre de 2005 era el más alto, en Ávila, Segovia, Teruel y Soria, resultaba ser el más bajo de todas las provincias de España.
Por su parte, el Ministerio de Hacienda estimaba que en los cuatro primeros meses de 2005, las ventas de cajetillas en áreas turísticas y fronterizas había crecido un 23,08% respecto a los primeros cuatro meses de 2004. Según el diario, “la competencia entre los fabricantes es más dura de lo que parece, porque la clientela se contrae progresivamente, haciéndolo aún más, debido a la aparición en el mercado de nuevas marcas de precio reducido. Mientras, La Asociación Empresarial del Tabaco estima que se cerrarán unos 114.000 puntos de venta, el 40% del total, mientras que el Comisionado para el Mercado de Tabacos, del Ministerio de Hacienda, coloca la cifra en 40.000 puntos”. Por otra parte, se informa que “el consumo de tabaco entre los españoles desciende lentamente y el sector tabaquero sostiene el volumen global de ventas gracias a los inmigrantes y turistas”.
En cambio, en 2003 y 2004, el Gobierno de Jacques Chirac asestó tres mazazos sucesivos al precio del tabaco, por la vía de incrementar la remuneración del Estado: “los precios subieron entre el 8% y el 16% a principios de 2003, entre el 18% y el 20% en octubre de ese año y un 10% suplementario en enero de 2004”. Después de varios ataques al gobierno y en poco más de dos años, 1,8 millones de franceses dejaron de fumar. Finalmente, el Gobierno de París se vio obligado a anunciar compensaciones financieras para los expendedores de tabaco, cuando sus ventas caen en más de un 25%. Queda ya lejos, pero muy lejos, “los tiempos en que los grandes barcos nodriza, cargados de tabaco norteamericano, se situaban cerca de las costas de Galicia o de Cádiz, y embarcaciones más pequeñas salían desde el litoral para abastecerse, con rumbo hacia un amplio mercado negro. Actualmente, el 45% de todo el tabaco que se vende en España (estoy hablando de junio de 2005) circula por la red de reventa en condiciones legales: máquinas automáticas, quioscos de prensa, tiendas abiertas las 24 horas y centros comerciales”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) denunció hace años el círculo vicioso que vincula el tabaco con la pobreza. “La gran mayoría de los clientes de la industria tabacalera en todo el mundo viven en los países menos desarrollados o emergentes”. La OMS demandó a Philip Morris, nº 1 mundial de la fabricación de cigarrillos, lo cual desembocó en julio de 2004 en un acuerdo por el que la compañía aceptó pagar hasta 1.250 millones de dólares, que nadie llamó multa, sino aportación a un programa anti-contrabando.


EL TABACO EN LOS CENTROS DE TRABAJO
En cambio, no sería hasta el 15 de febrero de 2006 cuando Altadis siguió la estrategia de Phillip Morris y subió el precio del tabaco debido a los impuestos, llegando a colocar sus marcas como Fortuna en 2,20 euros (antes estaba en 1,85 euros); Ducados en 2,20 euros (antes, en 2,00 euros) o Nobel en 2,20 euros (antes en 1,85 euros). De esta manera, la hispano-francesa Altadis siguió a la norteamericana Phillip Morris, que el día anterior subió 40 céntimos la cajetilla de su marca estrella: Marlboro, pasando de 2,35 euros a 2,75 euros.
La aprobación de la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, denominada “medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco” va a tener, y de hecho ha tenido, una enorme trascendencia en el ámbito de las relaciones laborales en los centros de trabajo. Además, en las empresas españolas, el 40% de sus empleados son fumadores y es un hábito social tan arraigado en la cultura del siglo XX, que hasta hace pocos años, el derecho del fumador estaba por encima del de no fumador. La prohibición total de fumar en los lugares de trabajo viene a cambiar de una manera drástica el equilibrio que hasta ahora existían en dichas empresas. Y todo con la finalidad de proteger a los no fumadores, no a los fumadores.



Nota aclaratoria para el lector.
No están equivocados, ni el impresor ha olvidado adjuntar el resto de las páginas del ensayo que acaba de leer, cuyo final le ha parecido algo brusco. Lo cierto es que el autor a quien amo y respeto no pudo terminar su obra como le hubiera gustado hacer. No les contare la historia de su vida, ni el porque hubo de detenerse de forma tan inesperada en su ensayo. SOLO LES DIRE QUE NO FUE POR FUMAR, Y QUE LUCHO POR SU VIDA.Quiero que piensen detenidamente en esta pregunta, -¿están ustedes boicoteándose a si mismos?, Si su respuesta es sí, es que han prestado atención al texto leído, y ya saben la respuesta del porque el autor nos dejó una obra sin terminar. Pero si su conclusión es no, usted es una de esas personas que oyen pero no escuchan, leen pero no entienden lo que esta escrito. Así que lo único que le puedo aconsejar, ya que como dice el autor del ensayo “esto no es un manual para dejar de fumar”. Solo le diré que piense en las miles de personas que han dejado sus proyectos sin terminar por un poco de nicotina. Y hora saque sus propias conclusiones cuando se encienda ese cigarrillo que está a punto de llevarse a los labios.
Buena suerte con su próximo sueño quizás no se esfume como el humo de su tabaco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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